lunes, 13 de octubre de 2014

Eh, bola.

No lo entiendo. Me dijeron no se qué de una bola y mira la que se ha liado.

No se muy bien qué ha pasado. La gente está muy enfadada conmigo, y yo, no he hecho nada, sólo estaba allí.

Antes de nada, me presentaré. Me llamo Arnia de la Muerte y Alomar. Yo fui una niña de bien, ahora soy una cincuentona que, por esas casualidades de la vida, he acabado siendo ministra de las medicinas de un lejano reino.

Conocí a mi marido en la Universidad. Bueno, ahora estamos legalmente separados, o divorciados ¿yo qué se? Pero Dios sabe que ante sus ojos, y los de nuestros hijos, siempre seremos un modélico matrimonio católico.

Mi marido es un hombre de negocios metido en política, o un político metido en negocios, ¿y yo qué se?  Siempre ha sido un hombre muy bueno con la familia. Nos mantiene muy bien (diría que somos ricos pero queda un poco ordinario). Le gustan los coches caros pero a mi no me importa que se de esos caprichos porque también nos concede los nuestros. Es tan bueno...

Aunque tengo varios hijos, más de dos, me aburría mucho en casa. Entre la tata que cuida de los niños y el servicio que se encarga de todo, no tenía mucho que hacer. Pero mi marido, que es tan bueno, me buscó trabajo. Creo que le debían favores o algo así, el caso es que me metió en su partido, ¿o era su negocio? ¿Yo qué se?

Mi marido tuvo que apartarse un poco de sus negocios ¿o de la política?, no se. Algo de unos funcionarios que se metían mucho en sus cosas. El caso es que, en agradecimiento a su trabajo acabaron por darme un puesto en el gobierno de mi país.

El día del sorteo de ministerios, a mi me tocó el de las medicinas, pues como podría haberme tocado el de industria o el de defensa, da lo mismo.

Todo iba yendo más o menos bien. Yo leía en público lo que me decían que leyera, firmaba lo que me decían que firmara y ya está. Mi jefe quería vender los hospitales porque necesitamos más dinero (hay empresarios que tienen más que nosotros, jolín) La gente se puso a protestar como loca. Y no lo entiendo. Como lo de vender los hospitales no funcionaba, mi jefe me dijo que me daba menos dinero para los hospitales y las medicinas. Bueno, las medicinas que se pague cada unos alas pastillas que necesite, a ver si no van a tener para aspirinas con lo que me han dicho mis compañeros que cobra la gente. Y el dinero para hospitales, pues se gasta menos y asunto solucionado. Es verdad que mucha gente se queja, pero como hay mucha que no lo hace, pues tendrán razón ¿no?

Pues hace unos meses nos reunimos, como hacemos cada semana, los colegas. El jefe nos pregunta si tenemos algún negocio que apañar y cosas así. En esa reunión alguien comentó que tenía una idea para que la gente no se metiera tanto conmigo. Resulta que hay una epidemia por África de una enfermedad muy, muy mala. Como parece ser que sólo afecta en África, las farmacéuticas pasan de hacer medicinas porque dicen que luego, con lo de las ayudas humanitarias, nadie les paga las medicinas. Además, con quienes iban a investigar si no. Pues eso. Que en Estados Unidos ya estaban repatriando a cooperantes infectados. El jefe quedó entusiasmado con la idea. Nos traemos a nuestro país a un enfermo, el primero de nuestro continente, lo curamos y luego nos vanagloriamos de lo fabulosas que son nuestras medicinas y yo. La verdad es que algún acierto no me vendría mal, que la gente me critica mucho y no entiendo el motivo.

Estuvimos buscando algún contagiado que quisiera prestarse a la función pero no hubo manera. Debe ser porque es verdad que esta enfermedad tampoco debe ser tan fácil de contagiar.

Por fin encontramos un cura contagiado. Al principio no quería venir. Desagradecido, decía que con lo que costaba el billete de avión que compráramos medicinas y las mandáramos a Africa. Si, claro. Pagar medicinas, y así, sin ganar votos a cambio. La Iglesia decía que no tenía dinero para hacer el traslado. ¡Qué tontería! Si es por la Iglesia, lo que sea. Pero el cura seguía diciendo que mandáramos medicinas y más cosas. Menos mal que el cura, que ya tenía sus años, acabó muy enfermo, perdiendo la consciencia y sin capacidad para negarse. Sus jefes, por un módico precio, se prestaron a la función.

Mis compis de trabajo se ocuparon de todo. Montaron una escenografía muy buena, con aviones, ambulancias, sirenas... ¡Hecho!

Ya éramos el primer país de nuestro continente en traernos un enfermo. Pero claro, era evidente que el cura no iba a durar mucho, estaba súper, súper enfermo, y se murió.

Intentamos buscar otro para poder decir que lo habíamos curado nosotros, que somos muy buenos, pero también se nos murió.

Como no había manera de encontrar un enfermo joven y que no estuviera a punto de morir, mis colegas dijeron que era mejor buscar otra cosa. Es que dice mi jefe que, el año que viene, la gente decidirá si lo que hemos hecho les ha gustado o no y que por eso nos lleváremos más o menos dinero. Yo dije que por qué no mirábamos lo que les dijimos que íbamos a hacer hace cuatro años y que la gente nos votará porque somos muy buenos. No se por qué se echaron a reír y me dieron una aspirina (decían que seguro que  me dolía mucho la cabeza porque había pensado. No lo entiendo.

Pues en esa estaban, buscando un foco de atención agradable para buscar los votos, cuando de pronto empieza una mujer a llamar diciendo que no se encuentra bien. Evidentemente, seguro de es una hipocondriaca o alguien que le gusta llamar la atención. Ya podría conformarse con una exclusiva en la tele por haber visto a los enfermos, pero no, ella tenía que decir que se encontraba mal. No lo entiendo.

Pues se ha montado un numerito que no lo entiendo. Mi jefe se ha enfadado conmigo. Él no lo dice, pero le veo la cara y le oigo gruñir. ¡Jolín! Si yo no he hecho nada. Encima ha puesto a la monja vieja a hacer como que me manda. Sor Aya de la Virgensanta no es que se entere más que yo pero hay que reconocer que habla muy bien. Es como la profe cuando enseña a los niños. Tiene esa mirada avispada como de alguien sorprendido. Y no es que ella no se sorprenda, es que, como yo, tampoco se da cuenta de nada. Pero como tiene tamaño llavero, al jefe le gusta llevarla por ahí.

Ahora dicen que me van a cambiar de trabajo. ¡Qué pena que se acaben las reuniones semanales con mis amiguitos!

Mi marido, tan bueno él, me ha dicho que me están preparando un despacho súper fashion en un sitio muy bueno y que seguiré teniendo muchas reuniones con mis amigos, con estos y con otros más, y que de el sueldo no debemos preocuparnos. Perdón por haber caído otra vez en la ordinariez de hablar de dinero pero, no se por qué, parece que a la gente le importa. Dice mi marido que por eso no te tenemos que preocuparnos. ¡Qué cielo! Nunca lo he hecho, ni sabría.

Así que, ciudadanos, si leéis esto, no os preocupéis por mi. Aunque en algún momento os pueda parecer compungida, tranquilos, no me entero de nada.