miércoles, 9 de noviembre de 2011

Pero que mala es la envidia


Y mira que lo siento. Estoy tan profundamente aburrida que lo único que puedo hacer es desahogarme con la peña que tenga a bien leer esto. Y si no, pues yo ya estoy intentando distraerme escribiendo este tocho.

Aquí estoy yo, tirada en un aeropuerto, toa sola, faltando hora y media pa’l embarque de mi vuelo. Tengo tanta idea de informática que soy totalmente incapaz de conectar el cacharro este a la wifi del aeropuerto (vaya a ser que me cargue la conexión, capaz soy) y ni siquiera me queda el consuelo de jugar a algo absurdo a través de Internet. Al i-phone le queda la batería justa para hacer las llamadas que tengo que hacer al llegar a casa así que tampoco me queda la opción de escuchar música y, ni mucho menos, cualquier otra actividad con él. Tampoco me queda el consuelo de ponerme a fumar como una chimenea, por más que he investigado no he encontrado ni un mísero rinconcito escondido para encender un cigarro. No se, tal vez en la “VIP Loungue” dejen fumar pero tengo la sensación que la tarifa de mi billete no me da la categoría necesaria para ni siquiera intentar abrir la puerta.

Tampoco es que esté en un aeropuerto de esos enormes en los que te puedes perder sólo mirando tiendas. Aquí ya las he visto todas, y sus precios también. Curioso, pero de pronto se me quitaron de un plumazo las ganas de comprar chorradas…

Y sigo sin Internet… con la cantidad de cosas que podría hacer si tuviese una red disponible. Entraría en el feisbuc, miraría mi correo… vaya, esas cosas que casi nunca hago y que ahora, de pronto, me parecen tan sumamente imprescindibles y urgentes. Me siento incomunicada...

Y que lástima, yo que quería aprovechar el tiempo de espera para ir haciendo una lección de ese curso de idiomas que hago por Internet, esto me va a desbaratar por completo mi plan de estudios no iniciados y que era tan sumamente importante e inaplazable que hoy hiciera la primera lección (ahora creo que no podré aprobar el curso) Todo culpa de la wifi del aeropuerto (porque no seré yo la culpable de no saber conectar el bicho este, no)

Se me ha hecho una especie de grieta en una uña y no tengo ni una triste lima. Menos mal que el clic, clic, clic me evita llevarme los dedos a la boca aunque, claro, si dejara de teclear absurdeces y le pegara un bocao a la uña se habría acabado el problema.

¡Por Dios! Y sólo han pasado diez minutos…

Estoy por ir a los picoletos a decirles que llevo droga encima a ver si me arrestan y así pasa el tiempo de una forma algo más amena. Igual para cuando se den cuenta de que una no se dedica al narcotráfico ya es hora de embarcar. Bueno, pensándolo mejor, creo que dejaré esta opción para otro momento. Sí, lo reconozco abiertamente, me dan miedo los picoletos, ¿qué pasa?

Ahora me doy cuenta que debo ser del género bobo. Con las ganas que tengo de fumar (más que nada porque está prohibido) y voy y me siento delante de las estanterías de tabaco del Duty Free. Ya podría haberme sentao delante de las chocolatinas de menta o del whisky, no. Yo a lo masoca puro y duro, delante’l tabaco, pá sufrir. Estoy segura de que si aquí no vendiesen comida tendría tanta hambre que sería capaz de pegarle un bocao a cualquiera de los tipos que s’han sentao delante mis narices, pero como hay comida… pues ya no tengo ni hambre.  

Lo que es el hastío. A mi no me gustan las hamburguesas, pues el olorcito de las hamburguesas de los guiris de delante me parece hasta apetecible.

¡Joé, qué envidia! El tipo de la mesa de al lado ha sacado su i-pad (¡¡¡YO QUIERO, NECESITO UN I-PAD!!!) Es más, creo que el futuro de mi existencia depende de que tenga un i-pad. Es que no se como puedo vivir sin uno. Y seguro que el i-pad del vecino de mesa tiene batería y todo. Jo, que lo miro de reojo y me está empezando a cambiar el color de la piel hacia un verde envidioso. Divino de la muerte, pero verde. ¿Qué posibilidad tendría de salir airosa si me levantara de la silla tranquilamente, recogiera mis cosas, agarrase el i-pad del vecino y me echara a correr? Vale, seré consciente de mis limitaciones y seguiré sentada en mi mesa, calladita y clic, clic, clic en mi mísero notebook incapaz de conectarse a una wifi.

Y que cara de estar pasándoselo bien que tiene el capullo del i-pad. La verdad es que me está cayendo bastante mal. ¿Ande va el pringao este con el i-pad de los güevos? Si, si. Tú déjalo encima de la mesa y verás. ¡Pero que cara de gilipollas que tiene el tipo este del i-pad! Mirando coches… Si al menos estuviera mirando tías (o tíos) en bolas… Coches... Seguro que luego le tiene que pedir a su cuñao que le acompañe a los sitios porque su SEAT Panda se le gripó hace siete años, lo menos. Y el muy imbécil, encima, está bebiendo lo mismo que yo. Joputa el tipo este, tó flipao con el i-pad. Al final verás, que no respondo de mí misma. Que aún quedan 40 minutos para embarcar. No se quedará sin batería, no.

Y los guiris estos, ¿es que no pueden hablar más bajo? ¿No se dan cuenta que molestan?

¡Ay, bendito! Estoy empezando a sentirme como el prota de “El resplandor”. Creo que él se pasaba el día escribiendo “A quien madruga Dios le ayuda” o algo parecido, aunque recuerdo más el episodio de los Simpson en el que Homer escribía “sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza”.

Pero es que YO tengo razón. Es que no vale. Entre el tipo del i-pad, los guiris que se lo están pasando pipa y yo que ME ABURRO TANTO…

Acabo de darme cuenta que sólo hay dos personas que no me caen mal en este aeropuerto. Una es el paisano que tengo al otro lado del tipo del i-pad. Tiene pinta de estar tan aburrido como yo. Ahí solito, leyendo algo, aunque más bien parece que está estudiando, y tampoco tiene cara de estar pasándolo de miedo. Y otro es un tipo que prácticamente entramos a la vez en el aeropuerto y lleva dando vueltas por aquí el mismo rato que llevo yo clic, clic, clic.

¡Mierda! Ahora se van los guiris. Bueno, todo tiene arreglo, buscaré otro grupito de personas que no parezca que estén aburridos para poder seguir sintiendo envidias… ¿El idiota del i-pad? Ahí sigue dando por saco. Seguro que ya hasta se aburre del i-pad pero sigue y sigue sólo para ver si acabo de descontrolarme del todo, monto un pollo en el aeropuerto y así tiene algo interesante que contarle a alguien, aunque seguro que no tiene nadie con quien hablar.

¡Treinta minutos!

Y tengo ganas de deshacerme de la naranjada que me he bebido pero, claro, si al menos estuviese con alguien que me pudiera vigilar mis trastos. Pero claro, si ahora apago el trasto este y recojo mis cosas para ir donde debo ir ¿luego que hago? Porque, total, pa lo que queda, ya no merecería la pena volver a encender el bicho y media hora es mucho tiempo como para ocuparla sólo en mear.

Quizás debería haber entablado conversación con el tipo este del i-pad y haberle obligado, aunque fuese con cuchillo en mano, a leer el blog, seguro que se acordaba de mi como yo me estoy acordando de la santa de su madre.

¡No, no y no! Esto no vale. El tipo que iba deambulando por ahí con cara de aburrido, el que entró a la vez que yo en el aeropuerto, s’ha juntao con un grupito de gente y ¡hasta se ríe!

Mira tú, sólo 20 minutillos para embarcar. Será mejor que vaya recogiendo mis cosas, apagando el bicho y ciertas necesidades perentorias a ver si al final voy a perder el vuelo. Es más, no se si me bastarán 20 minutos para hacer todo lo que tengo que hacer y llegar a la puerta de embarque que está a unos tremendos 20 metros de distancia.

Adiós, buen viaje (es que no hay nadie más que me lo diga)



A ver, esto que voy a escribir ahora es totalmente cierto. Ya ha pasado un día desde que escribí todo lo anterior. En aquel momento, evidentemente, cerré el ordenata y me preparé para ir al embarque. En ese aeropuerto había más vuelos, no estaba en uno de esos aeropuertos que abren para que salga el vuelo semanal y lo cierran, no, que estaba en el aeropuerto de una de las ciudades más importantes, y bonitas, del país. Un aeropuerto, aunque no muy grande, pero de los llamados internacionales.  Pues el tío del i-pad tenía que coger, precisamente, el mismo vuelo que yo. Si es que, cuando llegué a la puerta de embarque, después de dar cien mil vueltas por la zona, como si fuera un perrillo enjaulao, después de echar un vistacillo desde todas las cristaleras, cuando estoy mirando chorraditas muy monas en un escaparate, escucho un tipo hablando por teléfono en un inglés de Chamartín, bastante más bueno que el mío, y cuando me giro pá ir poniéndome en la fila, ahí que me lo veo, el mismísimo tío del i-pad…

Si esto último me lo hubiese inventado ya, puestos a delirar, diría que el tío del i-pad fue el culpable de que el vuelo se retrasara porque que se quedó tó flipao en la cafetería haciendo el bobo con el i-pad de los “güevos”. Que tuvieron que llamarle por megafonía: _ Sr. Gil y Poyas, acuda a la puerta de embarque que le hemos dicho que vaya trescientas veces que el avión no puede despegar porque usted ha facturado el equipaje, lo hemos metío en la bodega del trasto que vuela y ahora, como no aparece, tenemos miedo de que nos haya metío una bomba, señor Gil y Poyas… Que luego, cuando por fin el Sr. Gil y Poyas del i-pad llegó a la aeronave (toma ya, como suena… “aeronave”) se sentó en el asiento de al lado mía, con otro asiento en medio. Que el resto del pasaje se unió a mi cuando empecé a abofetearle y a lanzarle el maletín de mi notebook de mierda (con perdón) y que las azafatas hasta se disfrazaron de animadoras yanquis… Vale, ya dejo de decir disparates, pero estas cosas pasan por mandarme a hacer cosas por el mundo, sola y sin vigilancia de persona coherente…


martes, 1 de noviembre de 2011

El día bobo


Si es que hoy m´ha dao por pensar (ahora es cuando suenan aplausos, vítores, murmullos de admiración y asombros varios) por pensar que me apetece tener un día bobo. Y ahora me voy a dedicar a desgranar lo que es un día bobo. Para mí, un día bobo es ese día que uno quiere pa’ no hacer na’. Vamos, que si el futuro del mundo dependiese de que uno se quitara el pijama nos íbamos a dar una leche que ríete tú de las profecías apocalípticas...

No estoy hablando de  un ratito que uno se toma (momento loreal, “porque yo lo valgo”) para desconectar un poquito y coger fuerzas para seguir. Ese ratito que te quedas tirao ahí donde más te guste quedarte tirao, y ahí que se caiga el mundo que tú lo que es moverte p’agarrarlo… como que no. Yo hablo de eso mismo pero a lo bestia. No un ratito como quien se fuma un cigarro, se casca una birra o saborea una copa de algo, no. Yo hablo del día entero, el día bobo. Ese día en que estarías dispuesto a vender parte de tu hígado con tal de que te trajeran tu desayuno favorito, preparado de tu manera favorita y no sólo que te lo llevaran a la cama, ya puestos que te vayan moviendo la mandíbula pa’ir masticándolo. Ese día no sólo envidias a Homer Simpson, es que tu mayor ambición en la vida es llegar a ser Homer Simpson. Pero ¡OJO! Esto no es una cosa que se pueda hacer así como así, de un día pa’otro y a las bravas. Yo esto lo comparo a, por ejemplo, la escalada o alpinismo o cosas por el estilo.

Uno, a no ser que sea vasco, no puede levantarse una mañana y decir .¡Ala, me voy a escalar el K2!. No, eso no se puede hacer. Uno se lo tiene que montar, vaya, que uno tiene que prepararse la aventurilla. Claro que, hacer alpinismo no significa que uno tenga que irse poco menos que al Himalaya para poder considerarse oficialmente alpinista. Además, digamos que eso ya queda para los “profesionales del alpinismo”. Pero hay mucho aficionado que llegan a tener un nivel casi, casi que profesional. Esto mismo, llevado al terreno del día bobo sería comparable a la actitud de muchos adolescentes (y otros no tanto). Ellos pueden levantarse un domingo cualquiera por la mañana, pelín antes de la hora de comer. Lo suficiente para poder pegarse una rascada en general por todo el cuerpo, saltar de puntillas al baño a echar la gran meada, volver a la cama con sumo sigilo y pegar un tremendo gruñido: -MAMÁ, TRAIME UN COLACAO. Y la madre va y le lleva el batido de cacao a la cama, le pega cuatro arrumaquitos mientras se lo toma, se preocupa por cómo ha pasado la noche y le invita a que, cuando quiera, y sólo cuando quiera, se una a la familia a comer una paellita, si al señor no le resulta demasiado tedioso… Y no necesitan planificárselo con tres semanas de antelación.

Pero, volviendo al mundo del alpinismo, para la mayoría de los mortales, lo que sí está más o menos al alcance, es lo de hacer excursiones montañeras. En eso de las excursiones ya tenemos más niveles para escoger. Los hay a los que les gusta mucho el tema, están preparados físicamente, suben montañas más o menos complicadas y han tenido su preparación. Otra cosa es el simple mortal  que, en circunstancias normales de salud mental, jamás pasaría de la excursión dominguera más o menos larga y de dificultad más bien nula. Pero eso tampoco se puede hacer a las bravas. Uno tiene que preparar su ruta, la ropa y el calzado, la mochila, una cierta preparación física (estar capacitado para desplazarse ya es una preparación) Aunque uno recuerde que su última excursión con mochila fue cuando estaba en séptimo de EGB (algo que no pueden recordar los de la ESO, evidentemente) siempre es posible dar un paseito, más o menos largo, por el campo.

Pues algo parecido ocurre con el día bobo. El poder tener o hacer un día bobo requiere una serie de requisitos imprescindibles. El tema críos es fundamental. Si tienes niños a tu cargo, a según que edad es totalmente imposible, además de bastante irresponsable, hacer un día bobo, a no ser que recurras a la familia, se celebre alguna fiesta de pijama o haya alguna excursión del cole de esas que además pasan la noche fuera. 

El mayor o menor éxito del día bobo depende mucho de la preparación que se le haya dedicado. No puedes esperar ese día comerte un plato de elaboración artesanal. Llegados a este punto me gustaría dar unos cuantos consejos. La opción bocata pa’comer no es tan válida como en principio podría parecer. Un bocata medianamente comestible debe estar, como mínimo, recién hecho. Pretender elaborar en un día bobo un bocata y que además resulte apetecible puede ser una tarea demasiado dura para lo que viene siendo un día bobo. Creo que una de las mejores opciones para el momento comida del día bobo es echar mano de algún plato de cazuela preparado el día anterior y que sólo requiera de un leve calentamiento para poder deleitarse. Incluso hay muchas recetas que están mejor de un día para otro. Es cuestión de tenerlo en cuenta y, simplemente, preparar la comida el día anterior.

Las tareas propias del mantenimiento del hogar (el marujeo) deben estar hechas antes de comenzar el día bobo o, en caso contrario, pasar totalmente de que los cacharros amontonados en el fregadero estén a punto de sufrir un terrible corrimiento de carga.

También es bastante importante el tema abastecimientos varios. La nevera debe estar llena de zumos, birras, agua, refrescos o guarrerías varias que a uno le guste beber. También es bastante indispensable el tema garguerías varias o chucherías, básicos para un día bobo. Es que no se entiende una sentada de sofá sin una hartá de porquerías, es casi una de las esencias del día bobo.

Hay otros elementos sin los que no sería posible que existiera un día bobo. Es necesario disponer de un sofá, una cama o, incluso, un simple colchón. Da igual lo que sea, sólo es necesario que sea lo más cómodo posible.

Y la tele. Electrodoméstico totalmente necesario para pasar un día bobo. No vale poner pelis en el dvd, mirar videos en el ordenata o jugar con la consola. No. Eso sería pegarse un atracón de películas, o un empacho de youtube o una pechá a la play. Pero ahora estamos con lo del día bobo y no con esos otros momentos no menos indispensables en el desarrollo de la vida de cualquier ser humano..

Hay unas normas muy duras acerca de las actividades que pueden llegar a desarrollarse en el transcurso de un día bobo. Uno se puede levantar de la cama pero no por cualquier motivo y a lo loco. Te puedes levantar de la cama, es más, debes hacerlo, para ir al baño. La ducha sólo es válida como actividad placentera, de ninguna manera se realizará como hábito de higiene. En cualquier caso, la única ropa permitida en un día bobo es el pijama. También está permitido levantarse de la cama para ir a tirarse a cualquier otro lugar, el sofá, una tumbona, una hamaca… El tema comida ya lo dejé claro, hay que tenerla preparada para, como mucho, calentarla y ya está. No hace falta decir que lo de recoger cocina, fregar platos o acciones similares están totalmente prohibidas en el día bobo. Sólo hay un deporte permitido, aunque aún no está considerado deporte olímpico, pero al tiempo… El zapping. Es más, es algo bastante intrínseco al día bobo.

No es aconsejable pasar sólo el día bobo,  es mucho más divertido en pareja, vaya usted a parar. Sólo está permitido pasarlo sólo cuando se tienen ciertas condiciones psicológicas en bastante buen estado y es totalmente imposible pasarlo en pareja. Pero solo con la pareja. Lo de invitar a catorce colegas a zapinear en el salón es otra cosa, eso no es un día bobo.

Facilita mucho el tema el vivir en casa de tus padres y que ellos no se hayan dado cuenta todavía de lo que te estás pasando. Lo difícil es cuando se supone que tú eres uno de los seres responsables de la familia.

Tampoco es una cosa que se pueda hacer muy a menudo. No es tan fácil pasar un día haciendo nada. Tampoco creo yo que sea saludable hacerlo con demasiada frecuencia. Vale que hay edades o personas lo suficientemente preparadas, tanto física como psíquicamente, que pueden permitirse el lujo de hacerlo prácticamente día sí día también. En circunstancias normales si puedes hacer uno o dos días bobos al año, ya puedes darte con un canto en los dientes.

Aunque pueda parecer que un día bobo es una auténtica pérdida de tiempo, eso es una gran equivocación. Cuando haces un día bobo, como no puedes hacer nada, no haces más que pensar… yo haría esto, yo vería lo otro, me apetecería ir a tal sitio. Y esas son las cosas que haces, o ves, o lo que sea, en cualquier día normal. Es una forma de evitar esa horrible sensación de “m’aburro” (pero de eso ya escribí).

Pues nada más. Sirva de consuelo que yo hace años que no se lo que es tener un día bobo. Como mucho, me he podido permitir medio día bobo. Pero, vamos, que quien pueda permitírselo, pues que lo disfrute.


lunes, 31 de octubre de 2011

Un gatito resfriado


Parece que por fin el otoño está consiguiendo desplazar un poco al verano, aunque no demasiado. Que no por estar a punto de empezar noviembre ha dejado de hacer calor. Vale que ya no es lo que era en agosto, pero lo que nos ha pasao es que nos han caído cuatro gotas (literal, cuatro, que las he contao yo) y, entre las cuatro gotas y la fecha que marca el calendario,  nos hemos encasquetao la ropa de abrigo y así hemos acabao, con toa la ropa en las manos y una sudada del quince. Pero lo dicho, ya no es como en agosto (gracias al cielo, y nunca mejor dicho). Ya no vamos por la casa medio en bolas y sudando la gota gorda, hemos guardado ventiladores y similares y vamos dejando preparado y al alcance edredones, mantas y demás. Ya no vamos dejando abiertas todas las ventanas buscando la más leve corriente para poder tener un mínimo respiro. Ahora vamos evitando las corrientes y las ventanas no hacemos más que abrirlas y cerrarlas, según el momento del día. Y por eso mismo, porque ya vamos cerrando ventanas y evitando corrientes, nuestras casas comienzan a oler a eso, a casa. Que no es que huelan mal ni nada de eso, pero a nadie le apetece hacer una paella y estar oliendo a arroz tres días. Y lo de hacer sardinas a la plancha… eso lo dejamos reservado a los chiringuitos o bares de fritanga. Comienza la temporada alta de los ambientadores.
Aún no he aclarado si es que cada año sacan cosas nuevas o es que a mí, cada año, me da por probar ambientadores nuevos, o quizás sean las dos cosas. Total, que el otro día me dio por comprar un aparatito de esos que van soltando el spray cada x minutos o según el detector de movimiento. Esta mañana lo coloqué. ¡Qué gracioso! Él solito iba soltando el spray, qué mono. Iba yo marujeando por la casa, perdón. Repito. Iba yo por la vivienda realizando las tareas de mantenimiento propias del hogar, e iba notando el nuevo aroma que iba dejando el nuevo aparatito. En esto que, después de comer, decido regalarme una muy merecida siesta de pijama y orinal… Me voy a la cama, me pongo en la tele lo que me parece más aburrido y me dispongo a dormir. El susto fue tremendo. De pronto, cuando empezaba a llegar al momento babilla (ese en el que notas como se te va cayendo la babilla pero eres totalmente incapaz ni de tan siquiera secártelas) escucho como si un gatito estornudara. Aún estaba lo suficientemente consciente como para recordar que, no sólo estaba sola sino que, además, yo no tengo gato. Ni grande ni pequeño. Ya que vivo en un edificio de antigüedad moderada y calidad media (eso dicho desde el cariño, otros lo llamarían cuchitril) pensé que seguramente alguna vecina se habría resfriado. No le di más importancia y volví a lo mío, a mi siesta. Al cabo de un rato, casi que llegando al mismo momento donde estaba antes, otra vez el estornudo. La cosa ya estaba empezando a mosquearme bastante. Así no podía seguir. La duda me estaba atormentando. ¿Qué narices era eso? Me dediqué a dar vueltas por la casa buscando no se qué. Al cabo de unos diez minutos, más o menos, otra vez…Pero esta vez estaba alerta, tenía los cinco sentidos puestos en el ruidito del gato resfriado. Precisamente eso, los cinco sentidos.
Tocar, no había tocado nada porque gato no había y un estornudo… ¿cómo se va a tocar un estornudo? Ver, es cierto que ver, lo que se dice ver, tampoco había visto nada. Mis posibilidades de resolver el misterio se iban agotando, ya sólo me quedaban tres sentidos y uno, el gusto, no tenía ni idea de cómo podría servirme en la resolución del misterio de los estornudos. El oído había sido el desencadenante de semejante comida de tarro así que tenía que ayudarme a resolverlo. Ya sólo quedaba el olfato. ¡Qué curioso! Cada vez que oía el estornudo me venía un irreconocible aroma, muy agradable por cierto. De pronto todo cobró sentido.



Bueno, dudo mucho que alguien no lo haya pillao, pero pá los aguilillas… El estornudo del gatito resfriao no era más que el nuevo ambientador difusor echando el fu fu del momento.

lunes, 24 de octubre de 2011

Caca, culo, pedo, pis


¡Vaya tarde qu’he pasao! Menuda tarde de flatulencias que me ha hecho pasar Ojosnegros. Que s’ha tirao toda la tarde cuesco va, cuesco viene. Y el primero, como no podía ser menos, con toda la alevosía de la que es capaz un macaco de seis años, en el ascensor y justo al entrar, cuando te queda to’l camino hasta casa y, aunque no te estás viendo, apostarías riñón y medio a que tu piel está cogiendo cierto tono verduzco.  El resto de la tarde fue por el estilo. En la ducha, mientras hacíamos los deberes, durante la cena… Y va la tía, con to’l morro del mundo y me suelta que es el  puré de guisantes que le da gases, ¡Bah, venga! Que si hubiese comido pollo con patatas igual la culpa era de las patatas. Pues así me ha tenido toda la tarde. Y para coronar el día llega por fin mi bendito a casa y dice: - huele a pies ¿no?

Y lo gracioso del caso es que Ojosnegros es del género cursi. Vamos que la mismísima Barbie a su lado podría pasar por una auténtica paisana típica de la América profunda algo parecida a lo que hubiera podido ser la novia de Jason (creo que así se llamaba el asesino de la matanza de Texas)

¡Y que risas que pasamos! Y, reconozcámoslo, todos tenemos nuestro puntito cochino. Quien lea esto, que ya son ganas (y, por cierto, gracias) y tenga niños pequeños, puede hacer la prueba. No hay más que decirle a un crío “caca, culo, pedo, pis” y las risas están garantizadas.

Y así nos pasamos el resto de la tarde, diciendo “palabrotas” y partiéndonos de risa prometiendo, ambas dos, que no le contaríamos a nadie las cochinadas que estábamos diciendo…

Vale, si alguien se está preguntando el motivo de semejante tontería, muy fácil. Fue lo mejor que me pasó en un lunes de caca.


viernes, 7 de octubre de 2011

Con los malacatones y sin frugoneta


Andaba yo el otro día pachuchita, con el cuello fastidiado y cosas de esas. Tocaba hacer la compra así que, en pleno colocón de myolastán y naproxeno, me decidí a hacer la compra. Con lo malita que estaba no era cuestión de ir cogiendo peso y que, para una vez que tengo excusa para hacer la compra por Internet, que no era por pura pereza o perrería, no iba yo a callármelo.

Que no es tan fácil eso de hacer la compra con el ordenata. Primero te tienes que acordar de lo que tienes que comprar. Ya he aprendido a ir a hacer la compra con la lista pero claro, haciéndola por Internet no se me ocurrió hacerla antes. Luego tienes que escoger los productos sin verlos y teniendo en cuenta que media compra se hace porque ves la cosa que sea en el súper… pues que acordarse tiene lo suyo. Total, que fui a lo de siempre: agua, leche, pan, huevos, carne, pescado, fruta… Y en esas estaba yo, buscando a ver que fruta compraba. Me dio por comprar ciruelas, manzanas, peras y… MALACOTONES. Había una línea de melocotones a granel así que pensé (cosa poco usual en mi) pues voy a comprar unos seis melocotones y, evidente, en la casilla de cantidad puse un 6 (una, que es espabilá).

Al día siguiente, a la hora convenida, llegó la compra. Una se pone rápido a guardar las cosas congeladas, vaya a ser que los polos se derritan, y a guardar las cositas en la nevera. Teniendo en cuenta que esto ocurría a la sagrada hora de la siesta, después de guardar las cositas en la nevera, el resto decidí guardarlo algo más tarde… Cuando ya se hizo algo más tarde empecé a guardar las cosas en su sitio. En una de las idas y venidas me da por mirar el albarán. Algo llamó mi atención, noté que mi vena tacaña empezaba a inflarse de una manera poco normal. Esto es lo que leí:



Cantidad pedida/Cant.servida/         Producto                                        /Eur.

         6                       6               melocotón amarillo mini                      5,48



Volví a leer lo mismo unas trescientas veinticuatro veces. ¡¡Seis melocotones, 5,48€!! Empecé a pensar en qué había roto pero recordé que desde casa poco podía haber roto, y si lo hubiera hecho, lo roto sería mío. De reojo busqué seis arbolitos que sobresalieran de las bolsas (por ese precio, que menos que el melocotonero entero ¿no?) Decidí salir de dudas y buscar en la bolsa donde estaba la fruta los seis melocotones, pensaba que a lo mejor la piel era de oro o algo por el estilo (6 malacatones, casi mil pelas… la neurona se había quedado pillada en esa frase) Encontré una “cestita” de plástico con 6 melocotones y volví a pensar (a estas alturas, de tanto pensar, la neurona estaba empezando a echar humo) Me pareció raro que el resto de la fruta que compré a granel estaba en bolsitas de plástico y los melocotones en bandejitas. Seis malacatones, 5,48€, y sin frugoneta.

En esto que seguí sacando cosas y guardando cosas. Saco los tomates, saco las manzanas, saco la cestita con los seis melocotones de 5,48, saco los limones, saco otra cestita de seis melocotones, y otra, y otra más… así hasta seis cestitas con seis melocotones. Ya no podía seguir pensando lo de 6 malacatones, 5,48€.

Una vez comprendido el error, intenté mentalmente encontrar a quién o a qué culpar de semejante desastre.  Hice la compra por Internet, cuando lo hice estaba sola así que no podía culpar a nadie por distraerme. Tampoco estaba haciendo ninguna otra cosa como barrer o tender la ropa así que tampoco podía decir que es que siempre estoy haciendo catorce cosas a la vez. Al final encontré al culpable. Bueno, más bien a la culpable. La química, que con la tajá que llevaba del myolastán y el naproxeno no tenía yo la cabeza pa’ná…  ¿Qué no? Al menos ya puedo dormir tranquila sin sentirme culpable por meter la pata

Teniendo en cuenta que en mí casa quien más fruta come es Ojosnegros y el hámster de nombre indefinido, pues eso, que vamos a tener malacatones pa los restos, pa toa la eternidad, y hasta el infinito y más allá.

domingo, 2 de octubre de 2011

Agradeciimientos


Breve aclaración. Yo escribo por impulso. Vamos, que me pega el jamacuco, a la neurona le da el impulso y clic, clic, clic con el teclado. Los escritores se documentan y cosas de esas. Yo, como de escritora tengo lo mismo que de rubia, pues eso, a impulso puro y duro. Pero esta vez es diferente, Me he documentado y todo. Y, hecha la aclaración, p’allá que voy.

Tengo que dar mis más profundos agradecimientos a los responsables de la última campaña de publicidad de Levi’s, la de “Go Forth”, Pocos anuncios han llegado a proporcionarme tantas comidas de tarro y tantas risas. Sinceramente, muchas gracias.

El anuncio se las trae. Es un anuncio bonito, las imágenes son muy monas. Del tipo de muchos anuncios de coches, con imágenes bonitas, que te inspiran libertad y cosas de esas…  Lo que pasa que hasta que no has visto el anuncio unas cuantas veces no te fijas en las imágenes porque les ha dao el punto de poner la voz en off en versión original. Yo no se si esto le ocurre a todo el mundo pero yo, cuando veo imágenes con subtítulos no puedo evitarlo, me pongo a leer y, por muy bizca que sea, aún no he aprendido a mirar con un ojo a las letras y con otro a las imágenes. Total, que he tenido que ver el anuncio unos ochocientos millones de veces para intentar relacionar las imágenes con lo que leo (y aún no lo he conseguido). Me imagino que habrán decidido no doblarlo para darle un aire así como de más internacional o cualquier chorrada, vaya usted a saber. Pero lo realmente impactante del anuncio es, precisamente, lo que dice esa voz en off. No te están diciendo que los vaqueros te van a sentar como un guante, o que con la calidad que tienen puedes vestirlos para ir a la ópera o para irte a una “mani”, no, que va. Esto es lo que dice:

Tu vida es tu vida

No dejes que sea golpeada contra la húmeda sumisión

Mantente alerta

Hay salidas, hay una luz en algún lugar.

Puede que no sea mucha luz pero vence la oscuridad.

Mantente alerta

Los dioses te ofrecerán oportunidades.

Conócelas, tómalas

No puedes vencer la muerte pero puedes vencer a la muerte en vida, a veces.

Y cuanto más a menudo aprendas a hacerlo, más luz habrá.

Tu vida es tu vida-

Conócela mientras la tengas.

Tú eres maravilloso.

Los dioses esperan para deleitarse en ti.

Y ahora empiezo con el despiece. A ver, lo primero, “tu vida es tu vida”. Aparte de evidente, original no puede decirse que sea la frase. No me parece una gran frase, sólo una gran verdad que creo que todos tenemos asumida. Vale, que luego en plan romanticón vamos diciendo a nuestra pareja aquello de que “te entrego mi vida”, “tú eres mi vida”, “mi vida sin ti no es vida”, y lindeces por el estilo. Pero seamos sinceros, no son más que exabruptos románticos y, todo sea dicho, bastante cursis.

Seguimos, “no dejes que sea golpeada contra la húmeda sumisión” ¿Cóooooomoooooo? No se, creo que pueden buscarse muchos adjetivos para “sumisión”. Tal vez dura, cruel… ya que hablan de golpear. ¿Pero húmeda? ¿La sumisión puede tener algún grado de humedad? ¿Existe la sumisión seca? Bueno, una frase incomprensible.

Siguiente, “mantente alerta”. Bah, no merece comentarios.

“Hay salidas, hay una luz en algún lugar” Yo, que me había quedao pillada con lo de la húmeda sumisión, con lo de la salida y la luz en algún lugar casi que me estaba imaginando corriendo en la oscuridad, como si fuera una película de miedo.

“Puede que no sea mucha luz pero vence la oscuridad”. Después de leer esto empecé a pensar que quizás era un anuncio de alguna compañía eléctrica pero, claro, todo lo anterior como que no pegaba para ser un anuncio de gesa o iberdrola,  y como luego repiten lo de “mantente alerta”, la opción de la eléctrica iba ganando puntos en mi cabeza.

Después la cosa empieza a desvariar, “Los dioses te ofrecerán oportunidades. Conócelas, tómalas” Aquí la neurona ya empezó a rebotarse. No estaba entendiendo nada. ¿Quién me iba a ofrecer qué? ¿Qué es lo que tenía que saber? ¿Qué es lo que tenía que coger?

Cuando ya estaba empezando a entrar en trance por el tono de las frases… “No puedes vencer la muerte pero puedes vencer a la muerte en vida, a veces”. Bah, venga. Claro que a veces se vence a la muerte en vida. Si no, p’os ya ves. Es como decir que si no es cara, es cruz. Vaya, que o vences a la muerte o se te acabó la vida. Evidente. Pero es que luego sigue “Y cuanto más a menudo aprendas a hacerlo, más luz habrá” ¿Quieren decir que cuántas más veces venza a la muerte más luz tendré? Ya empezaba a pensar que era una excusa pa’ subir la factura de la luz y que nos lo tomáramos con alegría por estar vivos.

Luego, casi sin tener tiempo para asimilar una posible subida de la luz, van y te sueltan “Tu vida es tu vida. Conócela mientras la tengas” ¡S’habrán herniao pensando semejante tontería!. Si no conoces tu vida mientras la tienes… jodido (con perdón)

Después viene el momento de regalarte el oído, “Tú eres maravilloso”. Eso gusta. Ya empezaba a ánsar que fuera lo que fuera el producto anunciado, merecerá la pena comprarlo, sólo porque soy maravillosa.

Por último, la frase más sublime del anuncio, es más, creo que es la frase más sublime que recuerde en un spot publicitario, “Los dioses esperan para deleitarse en ti”. ¡Y olé! Tan a gusto que s’han quedao. ¿Se puede pedir más? Ya no es sólo que te digan que los dioses están pendientes de ti, no. Es que encima ellos están esperando que te compres los vaqueros para deleitarse en ti.

A todo esto, el anuncio se va acabando y como ya no hablan, por tanto no hay subtítulos, por fin te puedes dedicar a ver los pocos segundos que quedan de imágenes. En ese momento, la primera vez que uno ve el anuncio, es cuando te das cuenta que, posiblemente gracias a los dioses que van a deleitarse contigo, no van a subirte el recibo de la luz pero, claro, si quieres ser maravilloso, más te vale salir pitando a comprarte unos Levi’s. Tal vez es que soy bastante simple, pero creo que hubiera preferido que dijeran que los vaqueros te quitan diez años y diez kilos… eso sí serían unos vaqueros increíbles.

Tened en cuenta que todo este rollo lo habréis podido leer en un par de minutos como mucho, pero a mi me ha costado horas y horas de barrigazos de la neurona. Pelín traumtizada me hallo en estos momentos, pero m’he partío de risa con el spot.

sábado, 17 de septiembre de 2011

El Guiness de los records

Efectivamente, voy a escribir sobre el libro de los records. No es que me haya dao un tabardillo ni que pretenda superar ningún record, es mucho más simple. El otro día en las noticias comentaron que va a salir una nueva edición del Libro Guiness (y luego a una la llaman friqui… nunca entenderé por qué) Ese libro debe ser una especie de Biblia de los friquis. Vale, hay logros que son dignos de contar en cualquier libro de logros personales.  Cosas del tipo la mujer más flexible del mundo pues tiene su mérito, que no todo el mundo es capaz de doblarse hasta poderse meter en una caja pequeña y que la mujer se lo habrá currao. Luego están los records cuyo mérito es más de organización que otra cosa. Son esos como la tortilla más grande del mundo, el mayor número de gente haciendo algo en concreto. Ahí el límite está en la imaginación y en conseguir lo necesario para hacerlo. Que digo yo que para hacer el bocata de chorizo más grande del mundo, con poner dos cachos de pan a cada lado de Las Cortes, guiness conseguido (vale, chiste fácil y mu trillao, ya m’he dao cuenta)  Y luego están los records que ponen los pelos de punta y que hacen que la neurona se rebote totalmente perpleja.

Tampoco es que pueda hablar mucho de estas cosas porque, le verdad, aún no me ha dado por leer el libro en cuestión, tengo otras tonterías que hacer (evidente, estoy escribiendo esto) pero sólo con las imágenes que vi en el telediario ya me quedé totalmente impactada. Primero sacaron la imagen de un ser humanoide del que decían que era el ¿hombre? , con más piercings del mundo. Tiendo a ser una persona bastante crédula así que doy por cierto que era un hombre, tal vez un híbrido de humano y reptil de lengua viperina, así podía ponerse un piercing en cada punta de la lengua. Eso sí, es posible que en otra edición del libro ese mismo ser se llevara el record del hombre más feo del mundo, o del más guapo, vaya usted a saber, ahora tiene la cara totalmente tapada por aritos. ¡Ay! ¡Lo que daría yo por ver a semejante ser intentando pasar por el escáner de un aeropuerto!

Bueno, el tipo ese me impresionó y mucho. Pero lo que realmente hizo que la neurona se quedara colapsada fue la mujer con las uñas más largas del mundo. INCREÍBLE. Una especie de interminables garras que, digo yo, que esta mujer en vez de pintárselas con esmalte de uñas usará cualquier esmalte acrílico aplicado con rodillo. Claro que no será ella misma la que se las pinte (debe gastarse una fortuna en manicura) más que nada porque seguro que ella misma hacer, lo que se dice hacer, pues no puede hacer nada que implique el uso de las manos. No puedo imaginármela fregando los platos, escribiendo en un teclado, marcando un número de teléfono, acariciando… Tengo que reconocer que todo eso fueron pensamientos secundarios. Lo primero que se me pasó por la cabeza al ver semejantes uñas fue ¿cómo coño (con perdón) se limpia esta mujer el culo al acabar de hacer las cosas que se suelen hacer con el culo?

Pos ná, que ahí m’he quedao. Creo que después de haber visto esa noticia aún no he sido capaz de tener un pensamiento coherente (vale, antes tampoco tuve nunca un pensamiento coherente, pero ahora tengo excusa) No se por qué sigo viendo la tele, y ahora es cuando se supone que me toca decir eso de “mejor lo dejo”

martes, 13 de septiembre de 2011

¡FELIZ CURSO NUEVO!

Si es que en esta época para mí es todo un Día de Año Nuevo. Ahora es cuando todo cambia, empieza una nueva temporada, un nuevo curso. Realmente, el cambio que se produce en estas fechas es más fuerte que el cambio del 31 de diciembre al 1 de enero. Vamos, que el dos de enero hacemos lo mismo que el 30 de diciembre. Pero ahora todo son cambios, lo que pasa que como no nos afecta a todos y a los que afecta, tampoco es en el mismo día, pues no lo celebramos ¿o si? Bueno, celebrarlo igual no, más que nada porque a estas alturas de mes y después del gasto en los preparativos, no está el horno para bollos ni la cuenta para estragos.

Para nuestra familia hoy ha sido un día de año nuevo. Después de haber pasado unos días con los preparativos para el evento, las reuniones en el cole, las compras, el medio colocón pillao tras tirarme tres horas esnifando el olor de los libros nuevos y que, todo sea dicho, olían mejor los nuestros, ahora tienen un cierto aroma plástico que le quita cierto encanto, por fin comienza una nueva época. Ya hemos acabado la educación infantil y empezamos la primaria, ya vamos al cole de mayores. Hemos tenido nervios, dolores de barriga, parloteo incontrolable e interminable… Y, total, pa’ná. Si todo fue como tenía que ser. Se encontró con amiguitos, estuvieron jugando hasta reventar, descubrió una de las primeras excusas que aprendemos a decir ante la preguntita de ¿Has prestado atención a lo que decía la profesora?... “No, es que mi amiguita Chindasvinta no paraba de hablarme” Y yo pensando que, claro, se habría pasado toda la mañana, mi pobre niña, escuchando a la tal Chindasvita habla que te habla sin poder decir ella ni mu. Bueno, en fin, de momento ya le he comentado que esa excusa está demasiado trillada y ya no cuela (y la pobre Chindasvinta cargando con las culpas) Pero sólo le eché medio discursito de nada.

Bueno, que mientras mi niña Ojosnegros no paraba de parlotear con Chindasvinta yo me fui a mi casita, tralarí, tralará, dispuesta a regodearme en mi propia pena por ser mi último día de vacaciones. De puro aburrimiento acabé haciendo zapin y, culta que es una, acabé viendo un documental sobre las muñecas reborn. Son unas muñecas bebés hiperreales, hechas a mano, con un aspecto increíble ¡Bah! ¡Qué os voy a contar! Buscáis en google fotos de muñecas reborn y sabréis de qué hablo. Seguro que de niña hubiera estado dispuesta a vender mi alma al diablo con tal de tener uno. Pero lo que he visto iba más allá. Eran unas cuantas mujeres que llegaban a tener una relación algo atípica (no me gusta ser cruel) con las muñecas, y a cual más escalofriante. Todas eran mujeres de una incierta edad bastante talludita. Una tenía una espeluznante guardería de muñecas en su casa. No era un simple coleccionismo, la tía se pasaba el día viviendo con y por los muñecos. Había otra que tampoco se conformaba con una, esta estaba montándose una familia numerosa de muñecas, los vivía como si fueran sus hijos. Llegaba a reconocer que tampoco es que fuese muy normal, pero que loca no estaba (eso mismo lo digo yo pero nadie me hace caso). Tenía la ropita de cada muñeco con su nombre bordado. Cunas y carritos, también para cada uno, y carritos diferentes PARA SACARLOS A LA CALLE. Porque la tía los sacaba al parque a pasear. Menos mal que, al menos, no los sacaba a todos a la vez. Claro que, igual no lo hacía porque no tenía cochecito de cuatrillizos, que manejar cuatro cochecitos a la vez debe tener lo suyo. Y es que la mujer tenía cuatro muñecas, aunque en el transcurso del documental se compró la quinta. Para la entrega de la quinta muñeca se fue a un hotel a esperar que se la entregaran. Todo un numerito. Pero luego tuvo que devolverla porque se agrietaba por la nuca. Otro numerito. Cuando sacaba a las muñecas a pasear se sentaba en el parque, se llevaba un biberón en el que metía un suavizante porque decía que el aspecto era parecido a la leche materna, aunque a mi me parecía más una muestra de un banco de semen, pero la tía seguía asegurando que no estaba loca, reconociendo que sí que era algo raro. Y el marido encantado, oye. Alucinante. Había otra que pidió que le hicieran una réplica de su nieto, que se había ido a vivir a la otra punta del mundo. En este caso a su marido no le hacía ninguna gracia convivir con una réplica inerte de su nieto, ¡y la tía no lo entendía! ¿Te imaginas ir a casa de tu abuela y encontrarte con un muñeco igualito a tí? ¿Y si, para colmo, la abuela hace le hace más caso al muñeco que a ti? A fin de cuentas, al muñeco lo ve todo los días y, ya se sabe, el roce...

Me imagino que si estas tías aparecen en un documental será porque no es lo normal, pero tampoco creo que les haya sido muy difícil encontrar gente con estos trastornos. Supongo que la mayoría de muñecas que se venden irán a parar a coleccionistas, como objeto de decoración (aunque de muy dudoso gusto) o a manos de niñas con posibles (que sus precios no son tan de juguete)

A la neurona se le montó todo un debate mental, pero como no había nada más en la cabeza con lo que poder discutir, pues tuve que ponerme a escribir. Esto demuestra que lo de ver documentales tampoco es que sea tan bueno, están sobrevalorados. Date cuenta, si hubiera estado marujeando no me hubiera dado este ataque bloguero, pero es mi último día de vacaciones y me apetecía rascarme un poco el ombligo a dos manos, y la tele es lo que tiene.

Bueno, todo eso fue ayer. Hoy me tocaba a mí la vuelta al mundo real después de mis minivacaciones. Realmente, el único palo ha sido el madrugón. Ahora cuando nos despertamos todavía no es de día, de hecho Ojosnegros se creía que iba a llover… Que digo yo una cosita, tanto hablar de la conciliación de la vida familiar y laboral y tanta gaita… ¿por qué no nos dan, a los que tenemos menores a cargo, el mismo horario que a los niños? Claro, que sería necesario trabajar media horita menos. A ver, si mi curro es de 8 a 15 y Ojosnegros va al cole de 8 a 14,30… Vamos, que el mes que viene voy a tener que recuperar lo menos 893 horas. Bueno, y puestos a pedir, ¿una paga extra en septiembre para aliviar el desfase? 


sábado, 3 de septiembre de 2011

Noticias


Llegados a cierta edad, es el momento en que, precisamente la edad, se convierte en algo cada vez más incierto. Además tenemos otros muchos síntomas. Durante décadas nos hemos agarrado tanto a nuestro complejo de Peter Pan que lo hemos convertido en nuestra forma de vida. Pero el tiempo pasa, vamos cambiando y, aunque creamos que no, tenemos cantidad de “detallitossinimportancia” que delatan nuestra incierta edad. Algunos de esos detallitos son evidentes, las arrugas, las canas, las lorzas... Pero lo peor son los detallitos que no vemos, los que hacemos. Que sí, que aunque lo queramos negar o justifiquemos nuestro actos con una lógica aplastante, empezamos a hacer “cosas de viejos” (que esa es la frase que hemos dicho durante nuestra extensísima juventud.



Una de las cosas que me ha hecho empezar a ser consciente de mi incierta edad es mi actitud ante el telediario. Porque todos llevamos toda la vida viendo el telediario pero lo que dos interesa de él va cambiando según la edad. Cuando éramos niños veíamos las noticias por decreto. No había ni democracia, ni canales, ni más de una tele por familia (y una en el mejor de los casos) Llegado el momento, tus padres ponían el telediario y que ni se te ocurriera abrir la boca. Tú te pasabas media hora pensando que qué les importaría a los mayores que inauguraran un pantano, que los israelíes se estuvieran dando de leche con los  palestinos, que la bolsa bajase o que el barril de petróleo subiese. Además, te lo tenías que tragar sí o sí porque después empezaban o los dibujos o la peli y había que pillar sitio en la sala (era lo que tenía ser mogollón de hermanos) ¡Qué aburridos eran los mayores! ¿Y por qué te mandan callar cuando hablan del tiempo? Que se asomen a la ventana y miren si llueve, y mañana, ya veremos.

Tras una eternidad aguantando tantos telediarios, de pronto te das cuenta que empiezas a quedarte pendiente de algunas noticias, básicamente los desastres, es como ver la peli de terremoto pero en formato noticias. Te enteras de que hay terremotos, incendios, tornados… Y si en el cole te mandan a postulas por el terremoto de Nicaragua, pues paseito que te pegas agitando la hucha p’arriba y p’abajo.

Después se pasa a una fase en la que de cada vez te vas quedando más con el rollo. Vas conociendo los nombres de los políticos, de los ministros, Te vas enterando de conflictos, reconoces los nombres de políticos internacionales e incluso sus tendencias políticas. No es que interese demasiado, es más una cuestión de cultura general. Teniendo en cuenta que empiezas a pasar todo el rato posible con los colegas, de garito en garito y hablando hasta perder totalmente la voz, no te apetece quedar como un auténtico pardillo cuanto se debaten ciertos temas de actualidad así que te planteas el telediario casi como si fuera otro de los deberes que te mandan.

Llega un momento en la vida que, por fin, el mando de la tele está en tus manos. Eres consciente de que hay que ver las noticias y no sólo esperando ver si sale tu barrio y alguien que conoces. Estás pendientes de las noticias. No es que te vayan a quitar el sueño pero quieres enterarte de lo que va pasando por el mundo, aunque sea más allá de tu barrio.  Tienes el mando, varios canales para elegir e incluso alguno tiene el detalle no poner telediario, pero tú pillas el mando y te cascas el telediario, aunque no tienes muy claro por qué lo haces.

Pero ahí no queda la cosa. Pasan los años y te sorprendes dándote prisa porque va a empezar el telediario. Ahora eres tú quien manda callar hasta a la mosca cojonera que pretende fastidiarte las noticias. No solo te interesa lo que dicen, es que cada noticia es susceptible de des debatida durante un tiempo indeterminado y, casi creo que es lo peor, te preocupan.

A esta incierta edad estoy en el punto en el que hago lo posible por ver el telediario, si me resulta totalmente imposible al menos procuro echar un vistazo a algún periódico, aunque sea sólo a los titulares. Y no solo es que me interesan las noticias, es que además me preocupan y pienso en las consecuencias de las cosas que ocurren, en como pueden afectarnos… vaya, un agobio.  Y no es que me interese un tema no, es que me quedo pendiente de tó. ¡Hasta me interesa el debate sobre el estado de la nación! Incluso he llegado a reírme con algún que otro discurso político (pero porque han dicho algo simpático) Vamos, que estoy llegando a límites insospechados en el mundo de las noticias.

Y no es justo. Una cosa es aceptar las canas, las arrugas, las lorzas… y otra muy distinta es que los años se estén cargando el complejo de peter pan y que me intentes extraditar de los mundos de Yupi. 

miércoles, 17 de agosto de 2011

Aquellos maravillosos años


¡Ay! Hoy toi pelín tonta. Y digo lo de “pelín” porque me quiero mucho y me trato con cariño, si no, hubiera puesto “totalmente inestable”, hubiera suprimido el “hoy” y el “toi”, que se supone viene del verbo estar, lo hubiera sustituido por un “soy” Vamos, que si no fuera por lo que me quiero hubiera escrito “peazo tontería que siempre tengo. Eso, pelín tontona, con ciertos aires nostálgicos (un aire es lo que l´ha dao a la neurona) Y me dio por pensar en los que tenemos cierta edad… (que tampoco es cuestión de especificar), los que sabemos qué era el UHF, los que “descubrimos” el color en la tele, los que vivimos el estreno de Heidi y su secuela (Marco), los que sabemos quienes eran los chiripitiflaúticos, vimos La Casa del Reloj y un globo, dos globos, tres globos. Los que sabemos quien fue Mª Luisa Seco, los que hemos recibido chorrocientos correos que nos recuerdan lo fabulosísima que fue nuestra infancia de juegos en la calle con amigos, dándonos de leches unos a otros y rodillas llenas de heridas. A nosotros, los de la generación de los sesenta y alrededores.

Vale que nuestra infancia fue divertida (algo que se espera ocurra con cualquier infancia) y que teníamos una libertad que ahora no tienen, o eso nos creemos, porque la falta de memoria parece que hace auténticos estragos en nuestra percepción de la realidad infantil actual.

Si es que parece que hemos olvidado por completo las cosas que nos decían los mayores. A quien no le pasó aquello de ver en la tele el anuncio de un juguete nuevo, pedirlo y que te lo negaran. Que lo peor no era que no te lo compraran, lo peor era el discursito que te metían pá justificar que no te lo compraban y punto. Uno se enfurruñaba porque no le iban a comprar el juguete en cuestión, te ponías de morros y ¡zas! Discurso al canto. Aquello de que si ya tienes muchísimos juguetes, que no sabes lo que es tener apenas un trozo de cartón p´hacerte un coche (o un trapo p’hacerte una muñeca, según el sexo del que se enfurruñaba), que mira cuantos juguetes tienes ya y pa’ti sólo, nada de compartir una pelota con tus diecisiete hermanos… Y no digamos ná si se te ocurría protestar porque era el cuarto día seguido que pá merendar te daban un cacho pan con quesito… Es que no sabéis lo que es pasar hambre, que ya hubiera dado yo lo que fuera por poder merendar todos los días, que mira que sois caprichosos, cada día una merienda diferente, que dónde iremos a parar… porque a mis padres se les hablaba de usted, que si patatín, que si patatán. No es que sea literal lo de patatín patatán, es que a esas alturas del discurso la neurona ya había perdido totalmente el contacto con la realidad y, en vez de escuchar el mismo discurso por enésima vez, te quedabas observando el embriagador vuelo de una mosca que en ese preciso instante había dejado de ser cojonera para convertirse en una especie de hada Campanilla que volaba y volaba. Por cierto, que gracioso eso que hacen con las patitas delanteras, que parece como si se estuvieran lavando la cara. Está claro que no me he fijado en eso viendo documentales de insectos, es fruto de largos e interminables discursos maternos.

En esa época ya teníamos algunas cosas muy claras:

·         El discurso de los mayores es un auténtico peñazo

·         Siempre están con lo mismo. A ver que culpa tendré yo de hayan nacido en el paleozoico (iba a decir que los de ESO lo buscaran en la enciclopedia, pero como no voy a explicar lo que es una enciclopedia… los de ESO que lo busquen en google)

·         La vida no es justa. Fulanito tiene más juguetes que yo, menos hermanos que yo y cada día merienda algo diferente, y algunos días merienda nocilla…



No recuerdo exactamente cuando, pero perdimos la memoria. Nos enviamos correos en los que añoramos aquella época, hemos hecho un lema de la frase “cualquier tiempo pasado fue mejor” y agobiamos a nuestra descendencia con los mismos discursos, algo modernizados, sí, pero los mismo. Los soltamos y nos quedamos tan anchos.

Pues ahora propongo un ejercicio mental (que del ejercicio corporal, o deportes varios, igual alguno ya no está pá según que trotes) Nos relajamos (Ommmmmm, Ommmmmm) Recordamos cuando éramos niños… ¿Ya? Vale, ya somos niños. Pues ahora nos venimos a esta época y nos sentimos niños del S. XXI. ¡ES UNA PASADA!

Vale que estaba muy bien eso de salir a la calle y ponerte a jugar con los amiguitos. Todos hemos jugado a correr, a pilla pilla, al escondite y mil quinientos juegos más pero ¿qué hubiéramos hecho si nos hubieran dado una consola?

El partido de fútbol en la plaza de la iglesia con los patadones que nos arreábamos lo hubiéramos cambiado por una partida de la consola, eso sí, con multijugador (bastante más seguro, vaya usted a parar)

Si ya nos parecía una pasada el juguetito ese que era como una partida de tenis electrónica, imagínate si nos hubieran dado una maquinita con nosecuantos millones de colores.

Yo jugaba con recortables (en mi tierra se les llama Mariquitinas).Ahora tienen en Internet millones de juegos para vestir muñequitas, maquillarlas, decorar sus habitaciones, hacer comiditas, en fin, lo que quieran.

En cualquier familia que se preciara había una caja de los Juegos Reunidos Geyper, pa' los días de lluvia o cosas por el estilo. Bueno, simplemente me parece imposible hacer cualquier tipo de comparación entre los juegos reunidos Geyper y la consola de videojuegos más cutre del mercado.

Y lo mejor, todo lo nuevo no quiere decir que se haya perdido lo “antiguo”.  Yo veo jugar a mi nieta (seis años) y lo veo. Ella juega como podría haber jugado yo, sólo algunas pequeñas diferencias. Yo tenía la Nancy, una, la de toda la vida (de hecho, en las últimas navidades intenté que se la pidiera a los RR.MM porque habían sacado una caja con la Nancy azafata, la que yo tuve, y la nueva, pero no coló, ganó una especie de barbie con alitas a lo Winx) ella tiene barbies, no me he llegado a molestar en contarlas. Mi Nancy tenía sus trajecitos, sus barbies tienen disponible todo el Zara. Yo tenía una cocinita con sus cacharritos, ella tiene el carrefour en miniatura. No volveré a hablar de la plastilina pero sí comentaré que la plastilina que yo podría tener disponible era la que sobraba de los trabajitos del cole y ella tiene cantidad de botecitos de pasta de modelar. Salvo alguna que otra pequeña diferencia, siguen jugando más o menos igual a como lo hacíamos nosotros. Pero, además, tienen lo nuevo. Tienen canales de televisión sólo para ellos, ya no tienen que aguantar las noticias por decreto, se pueden ir a otra tele a ver sus dibujos, porque hay otra tele, seguro, en todas las casas hay otra(s) tele(s). Para cuando no tienen ganas de ver la tele, o quieren ver algo en concreto, tienen sus pelis en dvd o el youtube, que puedes ver prácticamente cualquier dibujo que quieras. Y que no es que se haya perdido lo de jugar en la calle, lo que se ha perdido es la libertad de bajar a la calle cuando nos daba la gana, ahora tenemos que bajarlos nosotros y estar ahí mientras juegan. Así que, la próxima vez que pensemos en lo fabulosa que fue nuestra infancia callejera, pues a sacar los críos a la calle. Que la generación digital tiene muchas cosas buenas y divertidas. Además un niño es un niño, o eso debería.  

martes, 16 de agosto de 2011

Vergüenza ajena


Quien haya leído otras chorradas de las que me pega por escribir pensará que lo que voy a decir no es cierto, pero no, es verdad, de verdad (uf, ya m´he liao)  Pues eso, que la verdad es que soy bastante pudorosa, vergonzosa y con un sentido del ridículo bastante acuciado. Dicho esto, ahora cuento.

El otro día se rompió el palo de la fregona. Vaya, que menudo disgusto me llevé al darme cuenta, un sábado por la tarde, de que no podría fregar hasta el martes, que el lunes ha sido fiesta. Eah, que menuda congoja. Pues llegó el martes, hoy. No ha estao mal, se ha superado el trauma de volver al curro después de tres días y, a fin de cuentas, ha sido un buen día, con visitas de compañeros que se fueron y todo. Ha estao bien.

Y tocaba ir a comprar. En fin, el tema de la fregona, como es un tema que me preocupa más bien poco, pues no estaba entre mis prioridades pá la compra. Es más, hubiera bastado nada para olvidarme del tema por completo. Pero llegar a casa y encontrarme a la vecina fregando delante de la puerta no me facilitó mucho el poder olvidarme del palo de la fregona. Una, en el fondo, tiene su puntito responsable así que, p’allá que me fui a hacer la compra.

Iba yo volviendo a casa, con mi bolsita “ecológica” de la compra con cuatro cositas al hombro y en la mano… el palo de la fregona. Cosas que pasan por la cabeza. De pronto la neurona se creyó una especie Bruce Lee y pensé que sería imposible, con el palo de la fregona en la mano, que alguien intentara atracarme. En ese momento me imaginé a mí misma pegando saltitos, lanzando patadas al aire y dándole vueltas al palo de la fregona como hacen los que hacen cosas de esas con los palos. Entre las ganas de la neurona de hacer el numerito y mi muy enorme sentido del ridículo, gané yo. Que no es por nada, es que son la pila d’años viviendo en el mismo barrio, que la gente, de una u otra forma, más o menos te conoce, que vale que lo que diga la gente a todos nos importa más bien poco, pero todo tiene un límite, y que bastante mal lo pasé tratando de contener en plena calle el ataque de risa que me pegó imaginándome a mi misma haciendo de judoka con el palo de la fregona. Vamos, que casi que me veo y no es que sienta vergüenza de mi misma, mejor siento vergüenza ajena porque es que ni me conozco.


El misterio de las nueces

Tengo yo un tuppper (traduzco, tupper = recipiente de plástico, de más o menos calidad, pá guardar alimentos y otras cosas). Eso, que tengo yo un tupper donde suelo guardar las nueces, cuando las compro ya sin cáscara, que me gusta a mi echarle nueces a las ensaladas. Por cierto, para cocinar o echarlas en la comida, pá un uso rápido, vaya, recomiendo comprarlas sin cáscara porque así no da pereza usarlas. Pero si una se compran las nueces para guarrear (guarrear, comer guarrerías, chuches…) mejor comprarlas con las cáscaras así entre que abres una y otra pasa algo de tiempo, que por mu sanas que sean las nueces, un atracón es un atracón. A lo que iba, la otra noche me hice una ensalada y le eché nueces. Al día siguiente fui a echar mano de las nueces (esta vez pá picar, todo hay que decirlo). Abrí el armario donde las guardo… no estaban. Busqué en la bolsa del pan, no se, quizás por aquello de que también hacen pan con nueces, tampoco. A partir de ese momento ya empecé a buscarlas por cualquier parte. Microondas, lavaplatos, el armarito de las cosas de limpiar, el cajón de los cubiertos... Busqué hasta dentro de la lavadora. Vacié el congelador, le di una vuelta a la nevera… nada. Tras largas horas de búsqueda y de recordarme a mí misma que ya empiezo a estar algo gagá, hice lo propio, pasar del tema. Ya había tomado la decisión irrevocable de olvidarme de mi tupper y comprar al día siguiente más nueces (¡Ay! Si todos los problemas fueran así) Así fui pasando el día, buscando el tupper de las nueces, cuando ya llegó la hora de ir preparando la cena. De verdad, de verdad, de la buena, que yo había mirado en la nevera lo menos seiscientas setenta y tres veces, que la tapa del tupper es verde, de ese verde que no pasa desapercibido. Pues de pronto, al abrir la nevera para sacar nomeacuerdoqué, ahí estaba, mi tupper de nueces de tapa verde. Vale, vale. Que la lógica ya la se, que está claro que la noche anterior, al guardar las cosas de la ensalada, guardé las nueces en la nevera, ya lo tengo claro, ya. Pero es que yo no soy lógica así que, el perder el tupper de las nueces me supuso pasarme tó’l día dándole vueltas a la cabeza (y a la cocina entera) buscándolo para luego, al encontrarlo, pasarme lo menos cuatro horas pensando como fui capaz de abrir la nevera 673 veces y no ver esa tapadera verde. Vamos, que fue tal el trauma que me pegó el haber perdido y encontrado el tapper de las nueces de tapa verde que hasta he tenido que escribir esto. Lo dicho,¿ qué no daría yo porque todos los problemas fueran así… ?

jueves, 4 de agosto de 2011

Son cosas de la noche

Tenía que hacerlo. De noche, casi sola (porque la niña durmiendo no cuenta como distracción) Mi bendito, después de un mes haciendo de canguro to’l día necesitaba mantener otro tipo de conversación que no fuese sobre Bob Esponja o las Winx. Algo de contacto humano con otros tipos altos y rudos como él (y que l’han enredao los colegas y a un colega nunca se le dice que no, vaya) P’os eso. Más aburrida que la una. Mil cuatrocientos canales para acabar poniendo en la tele la típica película que he visto unas ocho mil veces y, además, de llorar. “El imperio del sol”. Para mí, una película buenísima, consigue sacarme el lagrimón y es algo que han conseguido sólo unas pocas películas, pero que prefiero verla sola. Si es que te corta el rollo. Claro que ya podría haber puesto algo más alegre en la tele y, a lo mejor, no estaría escribiendo pá no deprimirme con las penas de la peli, pero a veces me sale esa venilla pelín masoca que todos llevamos dentro. Y como ya la he visto tantas veces puedo estar haciendo otras cosas sin perder el hilo. Así que, tenía que buscar algo más que hacer. Ya se sabe, las mujeres solemos hacer varias cosas a la vez y en este momento la opción de ponerme a hablar como una descosida no es que no sea factible, que lo es, es sólo que no tengo nada que decirme.

Y eso, que no tenía otra opción. Bueno sí. Estuve barajando durante una rato la idea de sacar las herramientas y colgar un par de cuerdas del techo pa’hacerme un columpio y así mañana poder decir en el curro que anoche me estuve columpiando un rato, pero cuerda de esa no tengo, que de oro tipo de cuerdas, tengo pa’ rato.

Y en estas ando. Había que entretener a la neurona con algo. Así que, saqué el ordenata y ¡hala, a teclear como una posesa! Pero sólo lo hago porque la opción de columpiarme no estaba disponible. Y otro detalle bastante importante, no son horas de andar haciendo agujeros en el techo con el taladro, aunque algún vecino se lo merece. Y no digo “algún” en plan general, digo “algún” porque realmente no sé a quien me refiero, pero a su madre le tienen que estar pitando los oídos desde la otra noche.

Mira tú por donde, empecé a escribir porque la neurona estaba empezando a pegarse cabezazos sin saber qué hacer, y ahora me acabo de acordar de la historia de la otra noche.

Chan, chan, chan… Me sitúo.

Típica noche de verano, pastosa. Una que intenta dormir pero la niña ha decidido someterme a una especie de tortura. Se l’ha descuajaringao el sueño y, cosas de las vacaciones, se está acostando a las mil quinientas. Para colmo, no quiere que cerremos la puerta del cuarto porque le gusta ver la luz (y la tele) Eso en invierno, vale. Pero en una noche de verano pastosa, como suelen ser casi todas las noches de VERANO, significa apagar el aire acondicionado y apañártelas con el ventilador, por aquello de ahorrar y que no se vaya el fresco por la puerta abierta. Al fin se duerme. Me acurruco en mi cama y hago todos mis rituales pá mandarme a dormir (sí, yo me digo a mi misma “a ormir”, como me decía mi papá) Cuando noto que la química empieza a aliviar los problemas del insomnio y empiezo a notar que mi mente abandona mi cuerpo (píiiiiiiii, cursilada, perdón) Pues justo en ese mágico momento… - abuelaaaaaaa, ¿me tapas?

Intento dominar los músculos de mi cara para tratar de esbozar cierta sonrisa que oculte la mala leche que empieza a salirme de las mismísimas orejas. Voy, la tapo, le doy agua, un besito, un abracito… y vuelta a empezar. Me vuelvo a acurrucar en la cama, catorce mil vueltas hasta encontrar la postura más cómoda. Es curioso, en esos momentos siempre me acuerdo de los perros, que siempre dan cincuenta mil vueltas antes de tumbarse, y como alguien me compare con una perra le arreo tres bocaos que le arranco el bazo. También me empiezo a acordar de una peli de Stallone, que está preso y le torturan no dejándole dormir. Diez minutos más tarde, cuando vuelvo a notar, otra vez, que casi que me voy a quedar dormida… - abuelitaaaaaaa, un beso.

La niña no es tonta y sabe que ante cualquier chorrada igual aparece Mrs. Hyde totalmente descontrolada, pero ante la petición de un beso…

Esas idas y venidas por el pasillo pueden repetirse hasta que, finalmente, me cambian la cara, la voz y la niña se da cuenta que mejor no seguir tocando las narices.

Tres mil quinientas de la madrugada. Los viajecitos por el pasillo ya han acabado. Me estoy quedando totalmente p’allá, creo que, incluso, hace rato que empecé a roncar. De pronto suena el portero automático. No era un pitido de aquellos de – Oiga, ¿están despiertos? ¿Me puede abrir que me he dejao las llaves y perdone usted las molestias? No, que va. Era una pitada de aquellas de – Oye, tú. Despierta. Fuego.

Pocas veces me he levantado tan rápido de la cama. Todavía hoy me estoy preguntando como fui capaz de llegar tan rápido al telefonillo sin haberme pegao ninguna galleta por el camino (normalmente, cuando me levanto por la noche, voy dando unos tumbos que parece me m’he cascao catorce cervezas, lo menos)

Cojo el telefonillo y me sale una voz totalmente acojonada, con perdón, que dice - ¿Si?
Y me responde la voz de un tío:
Tío: ¿Segundo?
Yo: - No, esto es el cuarto
Tío: - ¿Jesús?
Yo: - ¿Quéeeeeen?
Tío: - Pero ¿no vive ahí Segundo Jesús?
Yo:   Autocensurado 

Reconozco que, alguna vez, viendo el fútbol, algún partido de esos del siglo, he llegado a decir alguna que otra barbaridad, pero son cosas del fútbol. Lo de la otra noche… en mi vida he sido tan ordinaria ni le he llagado a decir a nadie semejantes barbaridades, el menos conscientemente, pero… son cosas de la noche.


martes, 2 de agosto de 2011

Más cosas de la tele

Ya he escrito alguna que otra vez sobre el afán ese que tengo de ir conociéndome a mi misma. Que sí, que soy consciente de la tremenda cantidad de tiempo perdido, pero a veces llego a darme cuenta de alguna que otra cosilla.

Durante innumerables lustros (pá los de ESO, lustro son cinco años) me he estado preguntando por qué no soy capaz de recordar la película que vi anoche y sin embargo los anuncios se me quedan grabados como a fuego. Pues creo que hoy he encontrado una posible respuesta (eso es seguridad en mí misma, sí señor). El quid de la cuestión está en la duración, con todo lo que eso conlleva.

Honestamente yo no le puedo pedir a la neurona que concentre su atención en algo durante unos 80 ó 90 minutos como mínimo. Tras un largo proceso de investigación he llegado a la conclusión que, pasados 3 ó 4 minutos prestando atención a la tele, la neurona comienza a pegarse barrigazos y a subirse por las paredes. Eso cuando no es atacada de lleno por las temibles ondas soporíferas Zzz1 (Quien no haya entendido la última frase, que vaya leyendo chorradas anteriores que escribí en el blog y sí, esto es autopropaganda) Por eso me gustan los anuncios. Son la película ideal pá la neurona. Duran unos veinte segundos, incluso las versiones largas de algunas campañas publicitarias de extreno siguen teniendo una duración respetable, neuronalmente hablando. Total, que con los veinte segunditos que duran de media, más el minuto y medio (aprox.) que suele pegarse la neurona desmenuzando lo que ha visto, sigue dentro del “Tiempo Máximo de Concentración Neuronal” ó TMCN como solemos llamarlo en el entorno neurológico…

La mayoría de los anuncios siguen los mismos patrones según el producto que quieren vender aunque, de vez en cuando, alguien se estruja un poco la sesera y aparece algo innovador. Y reconozco que, en el fondo, me gustan todos.

Me sigue llamando la atención la ingenuidad que llegamos a tener los humanos. Ejemplo, los anuncios de cremas y potingues varios pá la cara. No, por mucha crema antiarrugas que nos queramos untar JAMÁS tendremos la piel como la adolescente maquillada de veintimuchos que anuncia la crema pá las de treintatantosdemuchos, cuarenteañeras o cincuenteras que van a comprarla (las que ya cumplieron 60 o se dieron por vencidas o descubrieron la verdad) Que ya te puedes echar catorce capas de máscara de pestañas ultravolumen y extraalargamiento que tus ojos ni se van a agrandar ni se van a volver azules y, como te pases un poco y lleves gafas… acabarán pareciendo gafas de sol pero con el polarizado por dentro.

También hay anuncios de cosmética que consiguen el efecto contrario. M’explico. Si vas a anunciar una súper mascarilla pa’l pelo que arregla pelos tan castigaos que parece que han pasao por todas las peleas de los VI Rockys… no pongas en el anuncio a la misma tía que lleva ni se sabe cuánto tiempo anunciando las maravillas de tus productos. Es que yo, lo primero que pensé es cómo narices se habrá estropeado el pelo la tía esta si lleva tanto tiempo usando estos productos tan fabulosos. Aquí algo falla. O los champuses que decía que eran tan maravillosos son una auténtica porquería o la mascarilla súper fabulosa que lo arregla todo no es más que un suavizante concentrao…

Y dentro de lo que son los anuncios de cosmética y cosas de esas, mención aparte a los anuncios de colonias y perfumes. Pero no voy a escribir ahora de eso, más que nada porque no es el momento. Todos sabemos que la temporada de anuncios de colonias es la navidad. Ahora, con estos calores, es temporada de anuncios de cervezas (y ahora vuelvo a hacerme propaganda porque ya escribí algo, y habrá más, seguro)

Hay campañas que, aunque sólo sea por lo originales que son, ya se merecen que compres el producto o, al menos, que lo conozcas. Me encantan los anuncios de MiXta. Todavía no he sido capaz de saber si quien se inventa estos anuncios es un genio o un valiente, porque hay que tenerlos muy bien puestos para hacer un anuncio sacando una ardilla disecada pidiendo a gritos que le rasquen la espalda o a tres rusos bailando y cantando que los chalecos vienen de chalecoslovaquia. Me quedo con que es un genio, el amo de los creadores.

También hay campañas publicitarias muy sociales, aparte de los de ONGs. Mira, por ejemplo, los de aquiarius. Han conseguido que si uno tiene un nombre raro, de esos raros de verdad, no sólo no se sienta acomplejado sino que se sienta orgulloso de llamarse Floripondio o algo por el estilo. ¡Olé! Eso sí que es una auténtica campaña de sensibilización social y no lo de médicos sin fronteras.

Bueno, que por último iba yo a enredarme con los anuncios de detergentes, pero es un tema demasiado personal. Es algo que lleva toda mi vida peleándose con la neurona. Son tantas y tantas cosas las que me vienen a la cabeza cuando pienso en los anuncios de detergentes que la neurona necesita cierto tiempo pá ordenar las ideas. Así que, hasta pronto, espero. Y si es así, gracias.


lunes, 1 de agosto de 2011

El día en el que alguien salvó su vida

Andaba yo el otro día por la calle, tralarí, tralará, y me crucé con un chaval, bueno, que tampoco era un chiquillo. Estaba sentado en la calle, con su flamante nueva guitarra (fijo que era nueva, he visto guitarras más usadas en tiendas de música), tocando algunos acordes…

A ver, a mi me suele gustar casi cualquier expresión artística (normalmente el problema suele estar en lo que algunos califican como arte). A veces en la calle se llegan a escuchar verdaderas genialidades, pero de ahí a apuntarse a un curso de guitarra por correspondencia y practicar en la calle… Vaya, que eso no se hace. El chaval estaba sentado delante de una terraza de un bar de esos pa’ turistas (sobre todo por la clavada que te meten por un simple café) Un sitio fabuloso. La típica terraza de bar de cualquier ciudad, donde los que van a ver monumentos y cosas de esas se suelen sentar para descansar un poquito viendo un paisaje incomparable…

Bueno, puede ser que yo sea algo exigente en lo que a música se refiere, también puede ser que hacía calor y eso me pone con un poco de mal humor (no se me ocurre forma más fina de expresar mi estado de ánimo sin decir que tenía tal mala leche que le hubiese gruñido hasta a un buldog), o a la mejor era que andaba con un dolor de cabeza del quince, no se. Sólo recuerdo que de pronto la neurona empezó a pegar botes dentro de mi cabeza y no era capaz de pensar en nada que no fuera cómo hacerle tragar la guitarra al colega. Por suerte yo no estaba sentada en la terraza. Yo iba caminando y, mientras iba imaginándome como quedaría la figura del maromo con una guitarra entre pecho y espalda y, mentalmente, me iba limpiando la sangre que, lamentablemente, habría salpicado por todo… los turistas gritando como locos, algunos tapando la jarra de cerveza pa’que no les salpique dentro, otros sujetándome y llamándome trastornada, la poli acordonando la zona, catorce ambulancias llegando a socorrer al guitarrista, todo el tráfico de la ciudad colapsado (culpa de las catorce ambulancias, claro) Todo un pollo, vaya. Pues en esas que estaba la neurona cuando de pronto me di cuenta que ya estaba llegando a la parada del bus, el músico hacía un rato que lo había dejado atrás y ya no le escuchaba. Y ya no iba a volver p’atrás…

Fue un día en el que mi pereza salvó la vida de, quien sabe, a lo mejor un futuro Paco de Lucía o un Carlos Santana.

El calor, que es mu malo.


martes, 19 de julio de 2011

Conspiracy Theory Volumen 38

Menudo viaje que se pegó el otro día la neurona. Que no me extraña a mi que acabe la peña toa loca saliendo a la calle gritando “ARREPENTIOS” o sandeces por el estilo.
Y es que, un día, no recuerdo si fue hace un par de meses o más, yo vi algo sobre la profecía esa del 2012. Tampoco recuerdo si era un documental, o algo en una revista o un correo. No se, seguramente un pez se acordaría mejor que yo (he dicho pez, no interpretar “merluza”, gracias).
Está claro que eso que vi o leí (o vaya usted a saber qué) no hizo mucha mella en mí. Pero a la neurona le picó la curiosidad (y ya se sabe lo que le pasó al gato) Internet hizo el resto.
¡Dios bendito de las galaxias y resto de los universos desconocidos! Te metes en Internet y buscas cosas sobre la profecía del 2012 y, con perdón, ¡es la leche! En serio, creo que llegué hasta pensar en pedirme un año de excedencia y a vivir el añito que nos queda como un joven rockero.
Que si nos va a chocar un meteorito, que si nos van a invadir los extraterrestres, que si todos los males posibles que, curiosamente y por primera vez en la historia, ya han empezado…
Hay un momento en que tanto cataclismo casi que te llega a invadir. Te lo escriben todo tan bien escrito (evidente, no como otras…), con datos tan aplastantes… Vamos, que lo que yo tuve no fueron anginas, eran los ovarios empujando las amígdalas.
Me costó lo suyo calmar a la neurona. Casi empiezo a llamar a todos mis seres queridos para ir despidiéndome. Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. Contra todo pronóstico y teniéndolas todas en mi contra… PENSÉ.
A ver, voy por partes que me acelero y me pierdo. Por un lado, si la humanidad tiene tropecientos millones de años, lleva tropecientos millones de años, más uno, diciendo que se ve a acabar el mundo, y algún día acertarán, digo yo, pero justamente ahora… No, no vale.
Luego te dicen, en cualquier profecía apocalíptica que se precie, que uno de los síntomas de que ha comenzado el fin del mundo son las desgracias de las guerras, las enfermedades, la hambruna. Y claro, tú piensas en cómo tenemos el mundo ahora y ya ves. Tenemos tantas guerras que ya ni siquiera son noticias. Enfermedades, las tenemos hasta en conserva en los bancos esos de virus que hay por ahí, y si no, nos las inventamos.  Date cuenta le que se ha montado con la gripe A, pues hasta que lleguemos a la Z ya tenemos pa distraernos. En un breve momento de sensatez me viene a la cabeza lo de las guerras púnicas. No, a ver, que no es que me las intente dar de lista y pretenda hacer creer a nadie que para mí la historia antigua no tiene ningún secreto, no. Lo que pasa que es verdad que me vino a la cabeza lo de las guerras púnicas. No tengo ni idea de cuando fueron, por qué o quienes. Me suena algo de los fenicios, pero como a quien le suenan las tripas. Lo que sí que recuerdo es que yo en el colegio, en clase de historia, estudié no se qué de las guerras púnicas. Así que, más de lo mismo. Que si siempre ha habido guerras y enfermedades y catástrofes, pues que tenga que ser ahora el fin del mundo, ya es mala pata.
Luego está lo del meteorito. Te dicen que siempre nos están chocando meteoritos, que incluso alguno que otro nos ha llegado a hacer pupita. Pero ¿cómo pretenden que hoy en día me crea que nos va a pegar un viaje un meteorito que nos va a mandar a todos a hacer encajes de bolillos, o más allá? Vamos, que digo yo que si se tiene que chocar contra nosotros en cosa de un añito, alguien lo habría visto ya acercarse ¿no? Ya no digo yo la NASA, la ESA o los chinos. Que hoy en día, a la gente que le gusta eso de mirar p’allá (no, los bizcos no, los aficionados a eso del espacio) tienen unos telescopios que le ven las espinillas a los marcianos adolescentes, como pa no ver un meteorito del tamaño de Arkansas (es un decir, es que me gusta como suena ese nombre)
Al final te sueltan (a lo mejor lo hacen pa tranquilizar a la peña y todo) que después de que un meteorito se haya cargado a prácticamente toda la población mundial, que si tú hubieras creído podrías haberte salvado, peazo de ser disfuncional, y cuando ya la vida en el planeta no sea posible de ninguna de las maneras conocidas, llegarán ellos. Los seres del más allá. Unos los llaman angelitos y crean iglesias (¡ahí va lo que he dicho!) Otros los llaman extraterrestres y hacen innumerables e interminables series de televisión.
Total, que con lo liada que va una en el día a día, como pa’ndarme con tonterías del fin del mundo y extraterrestres. Como si no tuviera nada mejor que hacer. ¿Esto? Bueno, mejor que andar por ahí agobiándose ¿no?



  


Cosas del ascensor

A mi el verano no me gusta. Eah, ya lo he dicho. Así de tajante. Pa’mi, lo único bueno que tienen julio y agosto es que el día es largo. Ya está, se acabó lo bueno que pueda tener para mí el verano. No soporto la sensación de calor. Eso de sudar por nada no va conmigo. Una cosa es pegarte una sudada del quince por algún motivo lógico como hacer ¿deporte?, ir a una sauna, jugar, incluso marujear (que se suda lo suyo) pero sudar por sudar… Que yo vivo en una isla, que aquí en cuanto sube un pelín la temperatura parece como si la humedad del ambiente entrara en ebullición. Yo pensaba que veía borroso pero yo pa’ mí que esto va a ser como cuando ves la imagen de un avión aterrizando y se ve todo distorsionado por el calor… igualito. Cuando los galos temían que el cielo se cayese sobre sus cabezas en las tormentas era porque no habían pasado un verano aquí. El cielo, literalmente, cae sobre tu cabeza, tus hombros, tus brazos y todo. Da igual que te metas bajo una sombrita, la losa húmeda llega igual Como cuando ves una película de esas ambientada en agosto en el sur del Misisipi y los protas aparecen continuamente empapaos y que están tan bien hechas que casi te cuesta respirar. Tal cual, sin exagerar (que eso no suelo hacerlo jamás de los jamases). . La gente va a la playa, a la piscina, pero yo tengo miedo. Bueno, no se si es miedo o cierto complejo de gamba. El complejo es lógico, lo mire por donde lo mire. Por un lado gamba por el color que pillo. Da igual protección 50, antimedusas o antipirañas, el color que pillo es color gamba. Y puestos ya con el colorcillo gamba, lo de meterme en el agua me da bastante yuyo. A ver, que estoy en Mallorca, aquí el agua está a temperatura caldo. Así que, gamba y caldo… lo mismo hasta me tiran arroz y me gritan “vivan los novios” Pues eso, no se si habré conseguido explicarme… “¿me se entiende?”
Y ahí que andaba yo planeando mi inmediata mudanza a la nevera (si quito esta repisa, el pescado le pido a la vecina que me lo guarde, voy poniendo aquí la almohada… lástima, la coca cola y yo no cabemos, tendremos que beber jarabe de cola caliente) cuando de pronto la tarde en su final nos hizo el regalo del día… (vale, que a mi también me ha parecido una cursilada inconmensurable, si me he asustado y todo) Eso, que estaba meditando sobre mi mudanza al refrigerador (por no repetir palabras) cuando se me ocurrió asomarme a la ventana (que es una forma como otra cualquiera de no hacer nada en la cocina) De pronto se veía como se acercaba una nube negra, pero negra, negra, negra. Además, parecía que tenía como un encaje blanco y eso hacía que se apreciara más la velocidad a la que iba la nube. En un ataque de marujeo total de esos que me suelen dar más bien pocos conseguí abstraerme de la visión de la nube de aspecto de tormenta apocalíptica para pensar “¡huy, voy a recoger la ropa por si llueve!”   Después seguí absorta contemplando como se acercaba lo que podría ser, si no la tormenta del año, al menos la tormenta del verano. Perdón, debo hacer un breve receso pues debo regurgitar algo dulzón que he debido comer. Que le está dando tal ataque de cursilería a la neurona que estoy empezando a verlo todo de color rosita. “Mejor lo dejo” pá luego.
Bueno, a lo que iba. Que la otra tarde, de pronto, se veía como se acercaba una nube tremenda. Pensé que por fin el ambiente refrescaría pero a lo bestia, de hecho empecé a pensar dónde había guardado el edredón… Bah, total pa’na. Que lo que pensaba que podría ser algo parecido a la nube del diluvio… ¡vergüenza me daría a mí si fuese nube!
Que ni un mísero relámpago, ni un truenecito, aunque fuese uno de esos que no sabes si hay tormenta o si el vecino está moviendo los muebles, ni siquiera una simple gotita.
Y eso es todo, es que era sólo una nube. La vi llegar, levantó un poco de viento (muy poco, tampoco era para pensar en el nombre que le tocaba al huracán) pasó y ya está. Vale, cierto que ese poquito de viento ya es suficiente para andar moviendo la humedad y que se pueda respirar porque los grados que hay son los mismos.
Y digo yo, si hay animales que hibernan…   ¿no podría yo “hiveranear”? Que si mi neurona es capaz de asimilar que hay animalitos que, para salvaguardarse de los rigores del frío invierno, pasan los meses más fríos escondiditos en sus cuevas, durmiendo mucho, comiendo, viviendo en el microclima de sus madrigueras… Entonces ¿Por qué el mundo en general, y la sociedad en particular, no me dejan a mí hacer lo mismo en verano? Es más, ni siquiera todo el verano. Yo me conformaría con pasar julio y agosto “hiveraneando” en mi cuevita, con mi microclima (artificial pero clima), durmiendo mucho… Luego ya, en septiembre, yo volvería al mundo real y, como no cogí vacaciones en verano… pues eso, de vacaciones to’l mes pa’ recuperarme de dos meses enclaustrada y a coger vitaminas del sol.

Por cierto, si alguien se molestó en leer el título y ‘entoavía’ le anda dando vueltas a la neurona, es evidente. ¿De que hablamos en el ascensor? También pensé titularlo “cosas de Brasero” pero era demasiado evidente que esto iba a ser una brasa y lo de “ascensor” tiene más morbo.