Últimamente andaba yo dándole vueltas a la cabeza preguntándome a mí misma cuándo hizo el cambio de voz Ojosnegros, y eso partiendo de la base de que una niña de 6 años no suele cambiar la voz, creo. Y no lograba entender cómo era posible que de un ser tan adorable pudieran salir semejantes sonidos. Hablando de intimidades, debo confesar que cuando Ojosnegros nació, entre sollozos y unos lagrimones que no me dejaban ver más que una especie de cortina emborronada, lo primero que dije nada más escuchar el primer llanto fue “¡Qué voz tan bonita!” (Si, cierto, yo también pienso que el ginecólogo alucinaría pensando algo así como que esta tía está gagá o algo parecido. Yo también lo pienso) Y sigo pensando lo mismo, en circunstancias normales, lo de la voz de la niña, no lode que estoy gagá. Y es verdad, siempre me ha gustado su voz. No tiene una voz aguda de esas de niña ñiñiñi que te chirría hasta el alma en cuanto abren la boca. Ella siempre tuvo una vocecilla algo cascada, no se me ocurre otra forma de describirlo. No es que sea una voz ronca, creo que, simplemente no es una voz de pito. Pero últimamente debe haberse propuesto acabar con mis tímpanos. Yo no entendía por qué de pronto todo lo tiene que decir a grito pelao y con un ñiñiñi que casi prefiero el ruido de la tiza al romperse en la pizarra (issshshhhh, que a mí también me ha dolido) He tardado pero al fin he encontrado la solución.
Ojosnegros empezó el colegio. Se acabó la guardería, el 2º curso de infantil, los parvulitos de toa la vida, vaya, y ha empezado el colegio. Se acabó la bondad de la guardería donde eran unos cuantos niños y trescientos profesores cuidándolos, mimándolos, limpiándoles los moquitos en cuanto apenas aparecía una burbujita verde. Que no es que la niña haya empezado primero de primaria (con lo fácil que era 1º de EGB) en una academia militar o algo por el estilo, pero el cole es el cole, y las niñas no suelen abrirse paso a tortazo limpio (sus tortazos son más bien sucios, de esos que se dan cuando “nadie me ve”) Las niñas se hacen oír. Y eso es, precisamente, lo que me está destrozando mi única neurona superviviente. A grito vivo que ha aprendido la niña a expresarse. Y yo sólo quiero que ella entienda que aquí, aún hablando bajito, escucharla, se la escucha. Otra cosa es que se le haga caso. Que, de boquilla, todos decimos que hacemos mucho caso a los niños… si, mucho caso hacemos, siempre, ya…