miércoles, 22 de febrero de 2012

Esas voces de niñas


Últimamente andaba yo dándole vueltas a la cabeza preguntándome a mí misma cuándo hizo el cambio de voz Ojosnegros, y eso partiendo de la base de que una niña de 6 años no suele cambiar la voz, creo. Y no lograba entender cómo era posible que de un ser tan adorable pudieran salir semejantes sonidos. Hablando de intimidades, debo confesar que cuando Ojosnegros nació, entre sollozos y unos lagrimones que no me dejaban ver más que una especie de cortina emborronada, lo primero que dije nada más escuchar el primer llanto fue “¡Qué voz tan bonita!” (Si, cierto, yo también pienso que el ginecólogo alucinaría pensando algo así como que esta tía está gagá o algo parecido. Yo también lo pienso)  Y sigo pensando lo mismo, en circunstancias normales, lo de la voz de la niña, no lode que estoy gagá. Y es verdad, siempre me ha gustado su voz. No tiene una voz aguda de esas de niña ñiñiñi que te chirría hasta el alma en cuanto abren la boca. Ella siempre tuvo una vocecilla algo cascada, no se me ocurre otra forma de describirlo. No es que sea una voz ronca, creo que, simplemente no es una voz de pito. Pero últimamente debe haberse propuesto acabar con mis tímpanos. Yo no entendía por qué de pronto todo lo tiene que decir a grito pelao y con un ñiñiñi que casi prefiero el ruido de la tiza al romperse en la pizarra (issshshhhh, que a mí también me ha dolido)  He tardado pero al fin he encontrado la solución.
Ojosnegros empezó el colegio. Se acabó la guardería, el 2º curso de infantil, los parvulitos de toa la vida, vaya, y ha empezado el colegio. Se acabó la bondad de la guardería donde eran unos cuantos niños y trescientos profesores cuidándolos, mimándolos, limpiándoles los moquitos en cuanto apenas aparecía una burbujita verde. Que no es que la niña haya empezado primero de primaria (con lo fácil que era 1º de EGB) en una academia militar o algo por el estilo, pero el cole es el cole, y las niñas no suelen abrirse paso a tortazo limpio (sus tortazos son más bien sucios, de esos que se dan cuando “nadie me ve”) Las niñas se hacen oír. Y eso es, precisamente, lo que me está destrozando mi única neurona superviviente. A grito vivo que ha aprendido la niña a expresarse. Y yo sólo quiero que ella entienda que aquí, aún hablando bajito, escucharla, se la escucha. Otra cosa es que se le haga caso. Que, de boquilla, todos decimos que hacemos mucho caso a los niños… si, mucho caso hacemos, siempre, ya…

Intimidades (Cap. 73)

 
Yo no digo que lo que voy a escribir sea la frase del siglo porque, mira, me acuerdo de alguna que otra que, posiblemente, pase a la historia antes que esta, o casi… pero el honor de haber sido la frase del día en mi familia no se lo quitará nadie, y yo para mí que, yendo el siglo como va, fijo que es más importante, seguro.

Pongo en situación. Cuatro y pico de la tarde, momento siesta de libro. En la tele la enésima reposición de serie antigua, las babillas casi a punto de resbalar por la comisura de los labios, la mente que comienza a no distinguir si el ruido que se oye es real o es de la tele. Tocando con la punta de los dedos el fabuloso momento de quedarme frita y, de pronto y sin previo aviso, mi bendito me suelta a bocajarro:

- Cuando yo quiera juego a la play.

Vale, puede que así escrito no parezca para tanto pero he de reconocer que el ataque de risa que me dio acabó por fastidiarme la siesta. De hecho tuve que pedirle al alzheimer que se fuera un poquito al spá para poder acordarme de la frasecita. Una de las primeras cosas que mi cabeza fue capaz de pensar en ese momento fue “¿qué tú juegas a lo qué cuándo quéeeeeee? Claro que esa frase se me ocurrió porque de pronto me pareció verle vestido de niño bueno intentando reafirmarse (yo juego cuando quiera). Casi automáticamente volví a pensar ¿es que alguna vez juega cuando no quiere? 

Una tontería ¿verdad? Pues no, la tontería es que semejante autoafirmación la suelta un tío que tiene la suerte de poder tener el control de la tele. Total, pa lo que me importa a mi la tele. Yo creo que a mi de pequeña me debieron decir que la tele era pa entretener y me lo creo a pie juntillas, así que me entretengo con lo que sea, Lo mismo me emociono viendo documentales de cómo se formó el universo como viendo por decimosexta vez “La jungla de cristal 2”. Vamos, que hasta me conozco (o casi) los nombres de los contertulios de “Futboleros”. Es más, hasta llego a quedarme embobada viendo como juega. Que m´he dao cuenta yo que m´ha dao hasta pena cuando le han matao al soldadito del juego. Y no digamos cuando pierde la copa de Europa, que es que hasta me cae mal la voz de Maldini en el juego de la play. ¡Ay! ¡Un hombre en su casa diciendo “cuando yo quiera juego a la play”! ¿No tiene gracia? Y no, no es que después de tantos años aún no se haya dado cuenta que juega cuando le dejan o ve en la tele lo que le dejan, es que siempre lo ha sabido. No, es broma. Es que jamás entenderé que se pueda discutir por hacer una cosa (ver la tele, jugar a la play, etc), habiendo tantas otras cosas que se pueden hacer (ver la tele, jugar a la play, etc)

A traición


No vale. Otra vez. Nunca aprenderé. La tele m´ha pillao desprevenía y un anuncio ha vuelto a dejar a la neurona toa loca. Algunos anuncios deberían llevar la leyenda de “estos mensajes pueden herir su sensibilidad” Conmigo no podrán porque soy fuerte y, además, tengo lavaplatos. Es que acabo de ver al anuncio del nuevo fairy. Su fórmula, como siempre nueva y mejorada, ahora puede lavar HASTA DIEZ MIL PLATOS (y lo han comprobado en Villaenmedio)

Que Dios me libre de dudar ni por un solo momento de la capacidad limpiadora del fairy, es más, juro que jamás entrará dentro de mis aspiraciones el intentar comprobarlo. Que si hay que creérselo, pues se cree. Que ni tres mil, ni cinco mil, que ahora son diez mil, p’os fale. Pero yo, ni que me lo regalen quiero un bote de fairy. Que podrá ser todo  lo bueno que quieran, el mejor del mundo, vale, ni me molesto en dudarlo. Pero sólo de imaginarme ver en mi cocina una botella de fairy vacía me pega tal depresión que cualquier alfombra estaría a más altura que mi ánimo. Déjate, vaya yuyo. Yo con un bote de cuchufruto verde que hace espuma voy que me mato. Y cuando se acaba no pienso si he fregado trescientos, quinientos o novecientos platos. ¡DIEZ MIL! ¡Por Dios, qué horror!  

Autojustificación


Dicen que si no cumples lo que prometes en Nochevieja tendrás mala suerte el resto del año. Bueno, no se si lo dicen o me lo acabo de inventar, pero es que queda bien con lo que voy a contar.
Porque lo de estudiar inglés no fue una promesa de Nochevieja, no. Yo lo decidí en septiembre u octubre, que es cuando solemos hacer estas cosas. Y yo la intención la tenía. Es más, creo que la intención la tuve, la tengo y la tendré, pero no caí en la cuenta que para hacer un curso de inglés… ¡HABÍA QUE ESTUDIAR!. Que yo creía que esto iba a ser más cómodo. El problema es que debo de tener un complejo de Peter Pan que ni Campanilla y me creo dueña de mi propio tiempo. Yo me apunté a un curso de inglés que  nos dan en el curro, a través de Internet. Daba por supuesto que siempre tiene una un ratito para conectarse a Internet y esas cosas. Pero no hice un planning de “mi” tiempo.
Por las mañanas hago de mujer de hoy en día, con su currito guay, en una oficina guay, con su sueldo no tan guay. Eah, lo normal, más o menos. Por las tardes y hasta la noche hago de mami a tiempo completo y en los descansos me dedico  al marujeo. Ya sólo me quedaban tres turnos disponibles pero tan sagrados, o más, que los anteriores. El rato que hago de esposa, amiga, compañera (y todas las demás chorradas que se os podáis imaginar para describir el ratito que puedo pasar con mi bendito) no es susceptible de tener más reducción de jornada (¿más aún?) Otro rato al que no le quiero quitar ni un ratito más es el rato que hago como que duermo (porque yo no duermo, me dedico a perfeccionar mi técnica de canto gutural, otros lo llaman roncar como un ceporro) Ya el  único ratito disponible era el ratito “pá mi”.  En ese ratito creía que podría hacer el curso pero lo dicho, había que estudiar. Y no sólo estudiar, eso es llevadero. Es que para cada lección tenías que echarle alguna que otra hora. Ya ves, como si las horas fueran tan fáciles de conseguir. Entonces la neurona se rebotó. A ver, que pa qué puñetas tengo que andar yo obligándome a estudiar esto si, total, a mi lo del inglés ya casi que me da igual. Que teniendo un acceso directo al traductor de google… Los pitinglis que vengan de vacaciones a lo guiri total, que vengan con unas cuantas frasecitas aprendidas y van que se matan. Que con que aprendan a decir “¿dónde está el bar?”, “una cerveza, por favor” y “otra cerveza, por favor” ya lo tienen tó hecho. Pues eso, que me autoexcuso, paso de los idiomas y gano un ratito más para hacer de yo misma. Ahora queda descubrir como soy yo misma (síntoma de mi parca inteligencia, tantos años conmigo misma y aún no tengo ni idea de cómo soy)
Ah, sí, se me olvidaba. Ese era uno de los motivos por los que ya no escribía tanto.