sábado, 17 de septiembre de 2011

El Guiness de los records

Efectivamente, voy a escribir sobre el libro de los records. No es que me haya dao un tabardillo ni que pretenda superar ningún record, es mucho más simple. El otro día en las noticias comentaron que va a salir una nueva edición del Libro Guiness (y luego a una la llaman friqui… nunca entenderé por qué) Ese libro debe ser una especie de Biblia de los friquis. Vale, hay logros que son dignos de contar en cualquier libro de logros personales.  Cosas del tipo la mujer más flexible del mundo pues tiene su mérito, que no todo el mundo es capaz de doblarse hasta poderse meter en una caja pequeña y que la mujer se lo habrá currao. Luego están los records cuyo mérito es más de organización que otra cosa. Son esos como la tortilla más grande del mundo, el mayor número de gente haciendo algo en concreto. Ahí el límite está en la imaginación y en conseguir lo necesario para hacerlo. Que digo yo que para hacer el bocata de chorizo más grande del mundo, con poner dos cachos de pan a cada lado de Las Cortes, guiness conseguido (vale, chiste fácil y mu trillao, ya m’he dao cuenta)  Y luego están los records que ponen los pelos de punta y que hacen que la neurona se rebote totalmente perpleja.

Tampoco es que pueda hablar mucho de estas cosas porque, le verdad, aún no me ha dado por leer el libro en cuestión, tengo otras tonterías que hacer (evidente, estoy escribiendo esto) pero sólo con las imágenes que vi en el telediario ya me quedé totalmente impactada. Primero sacaron la imagen de un ser humanoide del que decían que era el ¿hombre? , con más piercings del mundo. Tiendo a ser una persona bastante crédula así que doy por cierto que era un hombre, tal vez un híbrido de humano y reptil de lengua viperina, así podía ponerse un piercing en cada punta de la lengua. Eso sí, es posible que en otra edición del libro ese mismo ser se llevara el record del hombre más feo del mundo, o del más guapo, vaya usted a saber, ahora tiene la cara totalmente tapada por aritos. ¡Ay! ¡Lo que daría yo por ver a semejante ser intentando pasar por el escáner de un aeropuerto!

Bueno, el tipo ese me impresionó y mucho. Pero lo que realmente hizo que la neurona se quedara colapsada fue la mujer con las uñas más largas del mundo. INCREÍBLE. Una especie de interminables garras que, digo yo, que esta mujer en vez de pintárselas con esmalte de uñas usará cualquier esmalte acrílico aplicado con rodillo. Claro que no será ella misma la que se las pinte (debe gastarse una fortuna en manicura) más que nada porque seguro que ella misma hacer, lo que se dice hacer, pues no puede hacer nada que implique el uso de las manos. No puedo imaginármela fregando los platos, escribiendo en un teclado, marcando un número de teléfono, acariciando… Tengo que reconocer que todo eso fueron pensamientos secundarios. Lo primero que se me pasó por la cabeza al ver semejantes uñas fue ¿cómo coño (con perdón) se limpia esta mujer el culo al acabar de hacer las cosas que se suelen hacer con el culo?

Pos ná, que ahí m’he quedao. Creo que después de haber visto esa noticia aún no he sido capaz de tener un pensamiento coherente (vale, antes tampoco tuve nunca un pensamiento coherente, pero ahora tengo excusa) No se por qué sigo viendo la tele, y ahora es cuando se supone que me toca decir eso de “mejor lo dejo”

martes, 13 de septiembre de 2011

¡FELIZ CURSO NUEVO!

Si es que en esta época para mí es todo un Día de Año Nuevo. Ahora es cuando todo cambia, empieza una nueva temporada, un nuevo curso. Realmente, el cambio que se produce en estas fechas es más fuerte que el cambio del 31 de diciembre al 1 de enero. Vamos, que el dos de enero hacemos lo mismo que el 30 de diciembre. Pero ahora todo son cambios, lo que pasa que como no nos afecta a todos y a los que afecta, tampoco es en el mismo día, pues no lo celebramos ¿o si? Bueno, celebrarlo igual no, más que nada porque a estas alturas de mes y después del gasto en los preparativos, no está el horno para bollos ni la cuenta para estragos.

Para nuestra familia hoy ha sido un día de año nuevo. Después de haber pasado unos días con los preparativos para el evento, las reuniones en el cole, las compras, el medio colocón pillao tras tirarme tres horas esnifando el olor de los libros nuevos y que, todo sea dicho, olían mejor los nuestros, ahora tienen un cierto aroma plástico que le quita cierto encanto, por fin comienza una nueva época. Ya hemos acabado la educación infantil y empezamos la primaria, ya vamos al cole de mayores. Hemos tenido nervios, dolores de barriga, parloteo incontrolable e interminable… Y, total, pa’ná. Si todo fue como tenía que ser. Se encontró con amiguitos, estuvieron jugando hasta reventar, descubrió una de las primeras excusas que aprendemos a decir ante la preguntita de ¿Has prestado atención a lo que decía la profesora?... “No, es que mi amiguita Chindasvinta no paraba de hablarme” Y yo pensando que, claro, se habría pasado toda la mañana, mi pobre niña, escuchando a la tal Chindasvita habla que te habla sin poder decir ella ni mu. Bueno, en fin, de momento ya le he comentado que esa excusa está demasiado trillada y ya no cuela (y la pobre Chindasvinta cargando con las culpas) Pero sólo le eché medio discursito de nada.

Bueno, que mientras mi niña Ojosnegros no paraba de parlotear con Chindasvinta yo me fui a mi casita, tralarí, tralará, dispuesta a regodearme en mi propia pena por ser mi último día de vacaciones. De puro aburrimiento acabé haciendo zapin y, culta que es una, acabé viendo un documental sobre las muñecas reborn. Son unas muñecas bebés hiperreales, hechas a mano, con un aspecto increíble ¡Bah! ¡Qué os voy a contar! Buscáis en google fotos de muñecas reborn y sabréis de qué hablo. Seguro que de niña hubiera estado dispuesta a vender mi alma al diablo con tal de tener uno. Pero lo que he visto iba más allá. Eran unas cuantas mujeres que llegaban a tener una relación algo atípica (no me gusta ser cruel) con las muñecas, y a cual más escalofriante. Todas eran mujeres de una incierta edad bastante talludita. Una tenía una espeluznante guardería de muñecas en su casa. No era un simple coleccionismo, la tía se pasaba el día viviendo con y por los muñecos. Había otra que tampoco se conformaba con una, esta estaba montándose una familia numerosa de muñecas, los vivía como si fueran sus hijos. Llegaba a reconocer que tampoco es que fuese muy normal, pero que loca no estaba (eso mismo lo digo yo pero nadie me hace caso). Tenía la ropita de cada muñeco con su nombre bordado. Cunas y carritos, también para cada uno, y carritos diferentes PARA SACARLOS A LA CALLE. Porque la tía los sacaba al parque a pasear. Menos mal que, al menos, no los sacaba a todos a la vez. Claro que, igual no lo hacía porque no tenía cochecito de cuatrillizos, que manejar cuatro cochecitos a la vez debe tener lo suyo. Y es que la mujer tenía cuatro muñecas, aunque en el transcurso del documental se compró la quinta. Para la entrega de la quinta muñeca se fue a un hotel a esperar que se la entregaran. Todo un numerito. Pero luego tuvo que devolverla porque se agrietaba por la nuca. Otro numerito. Cuando sacaba a las muñecas a pasear se sentaba en el parque, se llevaba un biberón en el que metía un suavizante porque decía que el aspecto era parecido a la leche materna, aunque a mi me parecía más una muestra de un banco de semen, pero la tía seguía asegurando que no estaba loca, reconociendo que sí que era algo raro. Y el marido encantado, oye. Alucinante. Había otra que pidió que le hicieran una réplica de su nieto, que se había ido a vivir a la otra punta del mundo. En este caso a su marido no le hacía ninguna gracia convivir con una réplica inerte de su nieto, ¡y la tía no lo entendía! ¿Te imaginas ir a casa de tu abuela y encontrarte con un muñeco igualito a tí? ¿Y si, para colmo, la abuela hace le hace más caso al muñeco que a ti? A fin de cuentas, al muñeco lo ve todo los días y, ya se sabe, el roce...

Me imagino que si estas tías aparecen en un documental será porque no es lo normal, pero tampoco creo que les haya sido muy difícil encontrar gente con estos trastornos. Supongo que la mayoría de muñecas que se venden irán a parar a coleccionistas, como objeto de decoración (aunque de muy dudoso gusto) o a manos de niñas con posibles (que sus precios no son tan de juguete)

A la neurona se le montó todo un debate mental, pero como no había nada más en la cabeza con lo que poder discutir, pues tuve que ponerme a escribir. Esto demuestra que lo de ver documentales tampoco es que sea tan bueno, están sobrevalorados. Date cuenta, si hubiera estado marujeando no me hubiera dado este ataque bloguero, pero es mi último día de vacaciones y me apetecía rascarme un poco el ombligo a dos manos, y la tele es lo que tiene.

Bueno, todo eso fue ayer. Hoy me tocaba a mí la vuelta al mundo real después de mis minivacaciones. Realmente, el único palo ha sido el madrugón. Ahora cuando nos despertamos todavía no es de día, de hecho Ojosnegros se creía que iba a llover… Que digo yo una cosita, tanto hablar de la conciliación de la vida familiar y laboral y tanta gaita… ¿por qué no nos dan, a los que tenemos menores a cargo, el mismo horario que a los niños? Claro, que sería necesario trabajar media horita menos. A ver, si mi curro es de 8 a 15 y Ojosnegros va al cole de 8 a 14,30… Vamos, que el mes que viene voy a tener que recuperar lo menos 893 horas. Bueno, y puestos a pedir, ¿una paga extra en septiembre para aliviar el desfase? 


sábado, 3 de septiembre de 2011

Noticias


Llegados a cierta edad, es el momento en que, precisamente la edad, se convierte en algo cada vez más incierto. Además tenemos otros muchos síntomas. Durante décadas nos hemos agarrado tanto a nuestro complejo de Peter Pan que lo hemos convertido en nuestra forma de vida. Pero el tiempo pasa, vamos cambiando y, aunque creamos que no, tenemos cantidad de “detallitossinimportancia” que delatan nuestra incierta edad. Algunos de esos detallitos son evidentes, las arrugas, las canas, las lorzas... Pero lo peor son los detallitos que no vemos, los que hacemos. Que sí, que aunque lo queramos negar o justifiquemos nuestro actos con una lógica aplastante, empezamos a hacer “cosas de viejos” (que esa es la frase que hemos dicho durante nuestra extensísima juventud.



Una de las cosas que me ha hecho empezar a ser consciente de mi incierta edad es mi actitud ante el telediario. Porque todos llevamos toda la vida viendo el telediario pero lo que dos interesa de él va cambiando según la edad. Cuando éramos niños veíamos las noticias por decreto. No había ni democracia, ni canales, ni más de una tele por familia (y una en el mejor de los casos) Llegado el momento, tus padres ponían el telediario y que ni se te ocurriera abrir la boca. Tú te pasabas media hora pensando que qué les importaría a los mayores que inauguraran un pantano, que los israelíes se estuvieran dando de leche con los  palestinos, que la bolsa bajase o que el barril de petróleo subiese. Además, te lo tenías que tragar sí o sí porque después empezaban o los dibujos o la peli y había que pillar sitio en la sala (era lo que tenía ser mogollón de hermanos) ¡Qué aburridos eran los mayores! ¿Y por qué te mandan callar cuando hablan del tiempo? Que se asomen a la ventana y miren si llueve, y mañana, ya veremos.

Tras una eternidad aguantando tantos telediarios, de pronto te das cuenta que empiezas a quedarte pendiente de algunas noticias, básicamente los desastres, es como ver la peli de terremoto pero en formato noticias. Te enteras de que hay terremotos, incendios, tornados… Y si en el cole te mandan a postulas por el terremoto de Nicaragua, pues paseito que te pegas agitando la hucha p’arriba y p’abajo.

Después se pasa a una fase en la que de cada vez te vas quedando más con el rollo. Vas conociendo los nombres de los políticos, de los ministros, Te vas enterando de conflictos, reconoces los nombres de políticos internacionales e incluso sus tendencias políticas. No es que interese demasiado, es más una cuestión de cultura general. Teniendo en cuenta que empiezas a pasar todo el rato posible con los colegas, de garito en garito y hablando hasta perder totalmente la voz, no te apetece quedar como un auténtico pardillo cuanto se debaten ciertos temas de actualidad así que te planteas el telediario casi como si fuera otro de los deberes que te mandan.

Llega un momento en la vida que, por fin, el mando de la tele está en tus manos. Eres consciente de que hay que ver las noticias y no sólo esperando ver si sale tu barrio y alguien que conoces. Estás pendientes de las noticias. No es que te vayan a quitar el sueño pero quieres enterarte de lo que va pasando por el mundo, aunque sea más allá de tu barrio.  Tienes el mando, varios canales para elegir e incluso alguno tiene el detalle no poner telediario, pero tú pillas el mando y te cascas el telediario, aunque no tienes muy claro por qué lo haces.

Pero ahí no queda la cosa. Pasan los años y te sorprendes dándote prisa porque va a empezar el telediario. Ahora eres tú quien manda callar hasta a la mosca cojonera que pretende fastidiarte las noticias. No solo te interesa lo que dicen, es que cada noticia es susceptible de des debatida durante un tiempo indeterminado y, casi creo que es lo peor, te preocupan.

A esta incierta edad estoy en el punto en el que hago lo posible por ver el telediario, si me resulta totalmente imposible al menos procuro echar un vistazo a algún periódico, aunque sea sólo a los titulares. Y no solo es que me interesan las noticias, es que además me preocupan y pienso en las consecuencias de las cosas que ocurren, en como pueden afectarnos… vaya, un agobio.  Y no es que me interese un tema no, es que me quedo pendiente de tó. ¡Hasta me interesa el debate sobre el estado de la nación! Incluso he llegado a reírme con algún que otro discurso político (pero porque han dicho algo simpático) Vamos, que estoy llegando a límites insospechados en el mundo de las noticias.

Y no es justo. Una cosa es aceptar las canas, las arrugas, las lorzas… y otra muy distinta es que los años se estén cargando el complejo de peter pan y que me intentes extraditar de los mundos de Yupi.