¡Ay! Hoy toi pelín tonta. Y digo lo de “pelín” porque me quiero mucho y me trato con cariño, si no, hubiera puesto “totalmente inestable”, hubiera suprimido el “hoy” y el “toi”, que se supone viene del verbo estar, lo hubiera sustituido por un “soy” Vamos, que si no fuera por lo que me quiero hubiera escrito “peazo tontería que siempre tengo. Eso, pelín tontona, con ciertos aires nostálgicos (un aire es lo que l´ha dao a la neurona) Y me dio por pensar en los que tenemos cierta edad… (que tampoco es cuestión de especificar), los que sabemos qué era el UHF, los que “descubrimos” el color en la tele, los que vivimos el estreno de Heidi y su secuela (Marco), los que sabemos quienes eran los chiripitiflaúticos, vimos La Casa del Reloj y un globo, dos globos, tres globos. Los que sabemos quien fue Mª Luisa Seco, los que hemos recibido chorrocientos correos que nos recuerdan lo fabulosísima que fue nuestra infancia de juegos en la calle con amigos, dándonos de leches unos a otros y rodillas llenas de heridas. A nosotros, los de la generación de los sesenta y alrededores.
Vale que nuestra infancia fue divertida (algo que se espera ocurra con cualquier infancia) y que teníamos una libertad que ahora no tienen, o eso nos creemos, porque la falta de memoria parece que hace auténticos estragos en nuestra percepción de la realidad infantil actual.
Si es que parece que hemos olvidado por completo las cosas que nos decían los mayores. A quien no le pasó aquello de ver en la tele el anuncio de un juguete nuevo, pedirlo y que te lo negaran. Que lo peor no era que no te lo compraran, lo peor era el discursito que te metían pá justificar que no te lo compraban y punto. Uno se enfurruñaba porque no le iban a comprar el juguete en cuestión, te ponías de morros y ¡zas! Discurso al canto. Aquello de que si ya tienes muchísimos juguetes, que no sabes lo que es tener apenas un trozo de cartón p´hacerte un coche (o un trapo p’hacerte una muñeca, según el sexo del que se enfurruñaba), que mira cuantos juguetes tienes ya y pa’ti sólo, nada de compartir una pelota con tus diecisiete hermanos… Y no digamos ná si se te ocurría protestar porque era el cuarto día seguido que pá merendar te daban un cacho pan con quesito… Es que no sabéis lo que es pasar hambre, que ya hubiera dado yo lo que fuera por poder merendar todos los días, que mira que sois caprichosos, cada día una merienda diferente, que dónde iremos a parar… porque a mis padres se les hablaba de usted, que si patatín, que si patatán. No es que sea literal lo de patatín patatán, es que a esas alturas del discurso la neurona ya había perdido totalmente el contacto con la realidad y, en vez de escuchar el mismo discurso por enésima vez, te quedabas observando el embriagador vuelo de una mosca que en ese preciso instante había dejado de ser cojonera para convertirse en una especie de hada Campanilla que volaba y volaba. Por cierto, que gracioso eso que hacen con las patitas delanteras, que parece como si se estuvieran lavando la cara. Está claro que no me he fijado en eso viendo documentales de insectos, es fruto de largos e interminables discursos maternos.
En esa época ya teníamos algunas cosas muy claras:
· El discurso de los mayores es un auténtico peñazo
· Siempre están con lo mismo. A ver que culpa tendré yo de hayan nacido en el paleozoico (iba a decir que los de ESO lo buscaran en la enciclopedia, pero como no voy a explicar lo que es una enciclopedia… los de ESO que lo busquen en google)
· La vida no es justa. Fulanito tiene más juguetes que yo, menos hermanos que yo y cada día merienda algo diferente, y algunos días merienda nocilla…
No recuerdo exactamente cuando, pero perdimos la memoria. Nos enviamos correos en los que añoramos aquella época, hemos hecho un lema de la frase “cualquier tiempo pasado fue mejor” y agobiamos a nuestra descendencia con los mismos discursos, algo modernizados, sí, pero los mismo. Los soltamos y nos quedamos tan anchos.
Pues ahora propongo un ejercicio mental (que del ejercicio corporal, o deportes varios, igual alguno ya no está pá según que trotes) Nos relajamos (Ommmmmm, Ommmmmm) Recordamos cuando éramos niños… ¿Ya? Vale, ya somos niños. Pues ahora nos venimos a esta época y nos sentimos niños del S. XXI. ¡ES UNA PASADA!
Vale que estaba muy bien eso de salir a la calle y ponerte a jugar con los amiguitos. Todos hemos jugado a correr, a pilla pilla, al escondite y mil quinientos juegos más pero ¿qué hubiéramos hecho si nos hubieran dado una consola?
El partido de fútbol en la plaza de la iglesia con los patadones que nos arreábamos lo hubiéramos cambiado por una partida de la consola, eso sí, con multijugador (bastante más seguro, vaya usted a parar)
Si ya nos parecía una pasada el juguetito ese que era como una partida de tenis electrónica, imagínate si nos hubieran dado una maquinita con nosecuantos millones de colores.
Yo jugaba con recortables (en mi tierra se les llama Mariquitinas).Ahora tienen en Internet millones de juegos para vestir muñequitas, maquillarlas, decorar sus habitaciones, hacer comiditas, en fin, lo que quieran.
En cualquier familia que se preciara había una caja de los Juegos Reunidos Geyper, pa' los días de lluvia o cosas por el estilo. Bueno, simplemente me parece imposible hacer cualquier tipo de comparación entre los juegos reunidos Geyper y la consola de videojuegos más cutre del mercado.
Y lo mejor, todo lo nuevo no quiere decir que se haya perdido lo “antiguo”. Yo veo jugar a mi nieta (seis años) y lo veo. Ella juega como podría haber jugado yo, sólo algunas pequeñas diferencias. Yo tenía la Nancy, una, la de toda la vida (de hecho, en las últimas navidades intenté que se la pidiera a los RR.MM porque habían sacado una caja con la Nancy azafata, la que yo tuve, y la nueva, pero no coló, ganó una especie de barbie con alitas a lo Winx) ella tiene barbies, no me he llegado a molestar en contarlas. Mi Nancy tenía sus trajecitos, sus barbies tienen disponible todo el Zara. Yo tenía una cocinita con sus cacharritos, ella tiene el carrefour en miniatura. No volveré a hablar de la plastilina pero sí comentaré que la plastilina que yo podría tener disponible era la que sobraba de los trabajitos del cole y ella tiene cantidad de botecitos de pasta de modelar. Salvo alguna que otra pequeña diferencia, siguen jugando más o menos igual a como lo hacíamos nosotros. Pero, además, tienen lo nuevo. Tienen canales de televisión sólo para ellos, ya no tienen que aguantar las noticias por decreto, se pueden ir a otra tele a ver sus dibujos, porque hay otra tele, seguro, en todas las casas hay otra(s) tele(s). Para cuando no tienen ganas de ver la tele, o quieren ver algo en concreto, tienen sus pelis en dvd o el youtube, que puedes ver prácticamente cualquier dibujo que quieras. Y que no es que se haya perdido lo de jugar en la calle, lo que se ha perdido es la libertad de bajar a la calle cuando nos daba la gana, ahora tenemos que bajarlos nosotros y estar ahí mientras juegan. Así que, la próxima vez que pensemos en lo fabulosa que fue nuestra infancia callejera, pues a sacar los críos a la calle. Que la generación digital tiene muchas cosas buenas y divertidas. Además un niño es un niño, o eso debería.