miércoles, 9 de noviembre de 2011

Pero que mala es la envidia


Y mira que lo siento. Estoy tan profundamente aburrida que lo único que puedo hacer es desahogarme con la peña que tenga a bien leer esto. Y si no, pues yo ya estoy intentando distraerme escribiendo este tocho.

Aquí estoy yo, tirada en un aeropuerto, toa sola, faltando hora y media pa’l embarque de mi vuelo. Tengo tanta idea de informática que soy totalmente incapaz de conectar el cacharro este a la wifi del aeropuerto (vaya a ser que me cargue la conexión, capaz soy) y ni siquiera me queda el consuelo de jugar a algo absurdo a través de Internet. Al i-phone le queda la batería justa para hacer las llamadas que tengo que hacer al llegar a casa así que tampoco me queda la opción de escuchar música y, ni mucho menos, cualquier otra actividad con él. Tampoco me queda el consuelo de ponerme a fumar como una chimenea, por más que he investigado no he encontrado ni un mísero rinconcito escondido para encender un cigarro. No se, tal vez en la “VIP Loungue” dejen fumar pero tengo la sensación que la tarifa de mi billete no me da la categoría necesaria para ni siquiera intentar abrir la puerta.

Tampoco es que esté en un aeropuerto de esos enormes en los que te puedes perder sólo mirando tiendas. Aquí ya las he visto todas, y sus precios también. Curioso, pero de pronto se me quitaron de un plumazo las ganas de comprar chorradas…

Y sigo sin Internet… con la cantidad de cosas que podría hacer si tuviese una red disponible. Entraría en el feisbuc, miraría mi correo… vaya, esas cosas que casi nunca hago y que ahora, de pronto, me parecen tan sumamente imprescindibles y urgentes. Me siento incomunicada...

Y que lástima, yo que quería aprovechar el tiempo de espera para ir haciendo una lección de ese curso de idiomas que hago por Internet, esto me va a desbaratar por completo mi plan de estudios no iniciados y que era tan sumamente importante e inaplazable que hoy hiciera la primera lección (ahora creo que no podré aprobar el curso) Todo culpa de la wifi del aeropuerto (porque no seré yo la culpable de no saber conectar el bicho este, no)

Se me ha hecho una especie de grieta en una uña y no tengo ni una triste lima. Menos mal que el clic, clic, clic me evita llevarme los dedos a la boca aunque, claro, si dejara de teclear absurdeces y le pegara un bocao a la uña se habría acabado el problema.

¡Por Dios! Y sólo han pasado diez minutos…

Estoy por ir a los picoletos a decirles que llevo droga encima a ver si me arrestan y así pasa el tiempo de una forma algo más amena. Igual para cuando se den cuenta de que una no se dedica al narcotráfico ya es hora de embarcar. Bueno, pensándolo mejor, creo que dejaré esta opción para otro momento. Sí, lo reconozco abiertamente, me dan miedo los picoletos, ¿qué pasa?

Ahora me doy cuenta que debo ser del género bobo. Con las ganas que tengo de fumar (más que nada porque está prohibido) y voy y me siento delante de las estanterías de tabaco del Duty Free. Ya podría haberme sentao delante de las chocolatinas de menta o del whisky, no. Yo a lo masoca puro y duro, delante’l tabaco, pá sufrir. Estoy segura de que si aquí no vendiesen comida tendría tanta hambre que sería capaz de pegarle un bocao a cualquiera de los tipos que s’han sentao delante mis narices, pero como hay comida… pues ya no tengo ni hambre.  

Lo que es el hastío. A mi no me gustan las hamburguesas, pues el olorcito de las hamburguesas de los guiris de delante me parece hasta apetecible.

¡Joé, qué envidia! El tipo de la mesa de al lado ha sacado su i-pad (¡¡¡YO QUIERO, NECESITO UN I-PAD!!!) Es más, creo que el futuro de mi existencia depende de que tenga un i-pad. Es que no se como puedo vivir sin uno. Y seguro que el i-pad del vecino de mesa tiene batería y todo. Jo, que lo miro de reojo y me está empezando a cambiar el color de la piel hacia un verde envidioso. Divino de la muerte, pero verde. ¿Qué posibilidad tendría de salir airosa si me levantara de la silla tranquilamente, recogiera mis cosas, agarrase el i-pad del vecino y me echara a correr? Vale, seré consciente de mis limitaciones y seguiré sentada en mi mesa, calladita y clic, clic, clic en mi mísero notebook incapaz de conectarse a una wifi.

Y que cara de estar pasándoselo bien que tiene el capullo del i-pad. La verdad es que me está cayendo bastante mal. ¿Ande va el pringao este con el i-pad de los güevos? Si, si. Tú déjalo encima de la mesa y verás. ¡Pero que cara de gilipollas que tiene el tipo este del i-pad! Mirando coches… Si al menos estuviera mirando tías (o tíos) en bolas… Coches... Seguro que luego le tiene que pedir a su cuñao que le acompañe a los sitios porque su SEAT Panda se le gripó hace siete años, lo menos. Y el muy imbécil, encima, está bebiendo lo mismo que yo. Joputa el tipo este, tó flipao con el i-pad. Al final verás, que no respondo de mí misma. Que aún quedan 40 minutos para embarcar. No se quedará sin batería, no.

Y los guiris estos, ¿es que no pueden hablar más bajo? ¿No se dan cuenta que molestan?

¡Ay, bendito! Estoy empezando a sentirme como el prota de “El resplandor”. Creo que él se pasaba el día escribiendo “A quien madruga Dios le ayuda” o algo parecido, aunque recuerdo más el episodio de los Simpson en el que Homer escribía “sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza”.

Pero es que YO tengo razón. Es que no vale. Entre el tipo del i-pad, los guiris que se lo están pasando pipa y yo que ME ABURRO TANTO…

Acabo de darme cuenta que sólo hay dos personas que no me caen mal en este aeropuerto. Una es el paisano que tengo al otro lado del tipo del i-pad. Tiene pinta de estar tan aburrido como yo. Ahí solito, leyendo algo, aunque más bien parece que está estudiando, y tampoco tiene cara de estar pasándolo de miedo. Y otro es un tipo que prácticamente entramos a la vez en el aeropuerto y lleva dando vueltas por aquí el mismo rato que llevo yo clic, clic, clic.

¡Mierda! Ahora se van los guiris. Bueno, todo tiene arreglo, buscaré otro grupito de personas que no parezca que estén aburridos para poder seguir sintiendo envidias… ¿El idiota del i-pad? Ahí sigue dando por saco. Seguro que ya hasta se aburre del i-pad pero sigue y sigue sólo para ver si acabo de descontrolarme del todo, monto un pollo en el aeropuerto y así tiene algo interesante que contarle a alguien, aunque seguro que no tiene nadie con quien hablar.

¡Treinta minutos!

Y tengo ganas de deshacerme de la naranjada que me he bebido pero, claro, si al menos estuviese con alguien que me pudiera vigilar mis trastos. Pero claro, si ahora apago el trasto este y recojo mis cosas para ir donde debo ir ¿luego que hago? Porque, total, pa lo que queda, ya no merecería la pena volver a encender el bicho y media hora es mucho tiempo como para ocuparla sólo en mear.

Quizás debería haber entablado conversación con el tipo este del i-pad y haberle obligado, aunque fuese con cuchillo en mano, a leer el blog, seguro que se acordaba de mi como yo me estoy acordando de la santa de su madre.

¡No, no y no! Esto no vale. El tipo que iba deambulando por ahí con cara de aburrido, el que entró a la vez que yo en el aeropuerto, s’ha juntao con un grupito de gente y ¡hasta se ríe!

Mira tú, sólo 20 minutillos para embarcar. Será mejor que vaya recogiendo mis cosas, apagando el bicho y ciertas necesidades perentorias a ver si al final voy a perder el vuelo. Es más, no se si me bastarán 20 minutos para hacer todo lo que tengo que hacer y llegar a la puerta de embarque que está a unos tremendos 20 metros de distancia.

Adiós, buen viaje (es que no hay nadie más que me lo diga)



A ver, esto que voy a escribir ahora es totalmente cierto. Ya ha pasado un día desde que escribí todo lo anterior. En aquel momento, evidentemente, cerré el ordenata y me preparé para ir al embarque. En ese aeropuerto había más vuelos, no estaba en uno de esos aeropuertos que abren para que salga el vuelo semanal y lo cierran, no, que estaba en el aeropuerto de una de las ciudades más importantes, y bonitas, del país. Un aeropuerto, aunque no muy grande, pero de los llamados internacionales.  Pues el tío del i-pad tenía que coger, precisamente, el mismo vuelo que yo. Si es que, cuando llegué a la puerta de embarque, después de dar cien mil vueltas por la zona, como si fuera un perrillo enjaulao, después de echar un vistacillo desde todas las cristaleras, cuando estoy mirando chorraditas muy monas en un escaparate, escucho un tipo hablando por teléfono en un inglés de Chamartín, bastante más bueno que el mío, y cuando me giro pá ir poniéndome en la fila, ahí que me lo veo, el mismísimo tío del i-pad…

Si esto último me lo hubiese inventado ya, puestos a delirar, diría que el tío del i-pad fue el culpable de que el vuelo se retrasara porque que se quedó tó flipao en la cafetería haciendo el bobo con el i-pad de los “güevos”. Que tuvieron que llamarle por megafonía: _ Sr. Gil y Poyas, acuda a la puerta de embarque que le hemos dicho que vaya trescientas veces que el avión no puede despegar porque usted ha facturado el equipaje, lo hemos metío en la bodega del trasto que vuela y ahora, como no aparece, tenemos miedo de que nos haya metío una bomba, señor Gil y Poyas… Que luego, cuando por fin el Sr. Gil y Poyas del i-pad llegó a la aeronave (toma ya, como suena… “aeronave”) se sentó en el asiento de al lado mía, con otro asiento en medio. Que el resto del pasaje se unió a mi cuando empecé a abofetearle y a lanzarle el maletín de mi notebook de mierda (con perdón) y que las azafatas hasta se disfrazaron de animadoras yanquis… Vale, ya dejo de decir disparates, pero estas cosas pasan por mandarme a hacer cosas por el mundo, sola y sin vigilancia de persona coherente…


martes, 1 de noviembre de 2011

El día bobo


Si es que hoy m´ha dao por pensar (ahora es cuando suenan aplausos, vítores, murmullos de admiración y asombros varios) por pensar que me apetece tener un día bobo. Y ahora me voy a dedicar a desgranar lo que es un día bobo. Para mí, un día bobo es ese día que uno quiere pa’ no hacer na’. Vamos, que si el futuro del mundo dependiese de que uno se quitara el pijama nos íbamos a dar una leche que ríete tú de las profecías apocalípticas...

No estoy hablando de  un ratito que uno se toma (momento loreal, “porque yo lo valgo”) para desconectar un poquito y coger fuerzas para seguir. Ese ratito que te quedas tirao ahí donde más te guste quedarte tirao, y ahí que se caiga el mundo que tú lo que es moverte p’agarrarlo… como que no. Yo hablo de eso mismo pero a lo bestia. No un ratito como quien se fuma un cigarro, se casca una birra o saborea una copa de algo, no. Yo hablo del día entero, el día bobo. Ese día en que estarías dispuesto a vender parte de tu hígado con tal de que te trajeran tu desayuno favorito, preparado de tu manera favorita y no sólo que te lo llevaran a la cama, ya puestos que te vayan moviendo la mandíbula pa’ir masticándolo. Ese día no sólo envidias a Homer Simpson, es que tu mayor ambición en la vida es llegar a ser Homer Simpson. Pero ¡OJO! Esto no es una cosa que se pueda hacer así como así, de un día pa’otro y a las bravas. Yo esto lo comparo a, por ejemplo, la escalada o alpinismo o cosas por el estilo.

Uno, a no ser que sea vasco, no puede levantarse una mañana y decir .¡Ala, me voy a escalar el K2!. No, eso no se puede hacer. Uno se lo tiene que montar, vaya, que uno tiene que prepararse la aventurilla. Claro que, hacer alpinismo no significa que uno tenga que irse poco menos que al Himalaya para poder considerarse oficialmente alpinista. Además, digamos que eso ya queda para los “profesionales del alpinismo”. Pero hay mucho aficionado que llegan a tener un nivel casi, casi que profesional. Esto mismo, llevado al terreno del día bobo sería comparable a la actitud de muchos adolescentes (y otros no tanto). Ellos pueden levantarse un domingo cualquiera por la mañana, pelín antes de la hora de comer. Lo suficiente para poder pegarse una rascada en general por todo el cuerpo, saltar de puntillas al baño a echar la gran meada, volver a la cama con sumo sigilo y pegar un tremendo gruñido: -MAMÁ, TRAIME UN COLACAO. Y la madre va y le lleva el batido de cacao a la cama, le pega cuatro arrumaquitos mientras se lo toma, se preocupa por cómo ha pasado la noche y le invita a que, cuando quiera, y sólo cuando quiera, se una a la familia a comer una paellita, si al señor no le resulta demasiado tedioso… Y no necesitan planificárselo con tres semanas de antelación.

Pero, volviendo al mundo del alpinismo, para la mayoría de los mortales, lo que sí está más o menos al alcance, es lo de hacer excursiones montañeras. En eso de las excursiones ya tenemos más niveles para escoger. Los hay a los que les gusta mucho el tema, están preparados físicamente, suben montañas más o menos complicadas y han tenido su preparación. Otra cosa es el simple mortal  que, en circunstancias normales de salud mental, jamás pasaría de la excursión dominguera más o menos larga y de dificultad más bien nula. Pero eso tampoco se puede hacer a las bravas. Uno tiene que preparar su ruta, la ropa y el calzado, la mochila, una cierta preparación física (estar capacitado para desplazarse ya es una preparación) Aunque uno recuerde que su última excursión con mochila fue cuando estaba en séptimo de EGB (algo que no pueden recordar los de la ESO, evidentemente) siempre es posible dar un paseito, más o menos largo, por el campo.

Pues algo parecido ocurre con el día bobo. El poder tener o hacer un día bobo requiere una serie de requisitos imprescindibles. El tema críos es fundamental. Si tienes niños a tu cargo, a según que edad es totalmente imposible, además de bastante irresponsable, hacer un día bobo, a no ser que recurras a la familia, se celebre alguna fiesta de pijama o haya alguna excursión del cole de esas que además pasan la noche fuera. 

El mayor o menor éxito del día bobo depende mucho de la preparación que se le haya dedicado. No puedes esperar ese día comerte un plato de elaboración artesanal. Llegados a este punto me gustaría dar unos cuantos consejos. La opción bocata pa’comer no es tan válida como en principio podría parecer. Un bocata medianamente comestible debe estar, como mínimo, recién hecho. Pretender elaborar en un día bobo un bocata y que además resulte apetecible puede ser una tarea demasiado dura para lo que viene siendo un día bobo. Creo que una de las mejores opciones para el momento comida del día bobo es echar mano de algún plato de cazuela preparado el día anterior y que sólo requiera de un leve calentamiento para poder deleitarse. Incluso hay muchas recetas que están mejor de un día para otro. Es cuestión de tenerlo en cuenta y, simplemente, preparar la comida el día anterior.

Las tareas propias del mantenimiento del hogar (el marujeo) deben estar hechas antes de comenzar el día bobo o, en caso contrario, pasar totalmente de que los cacharros amontonados en el fregadero estén a punto de sufrir un terrible corrimiento de carga.

También es bastante importante el tema abastecimientos varios. La nevera debe estar llena de zumos, birras, agua, refrescos o guarrerías varias que a uno le guste beber. También es bastante indispensable el tema garguerías varias o chucherías, básicos para un día bobo. Es que no se entiende una sentada de sofá sin una hartá de porquerías, es casi una de las esencias del día bobo.

Hay otros elementos sin los que no sería posible que existiera un día bobo. Es necesario disponer de un sofá, una cama o, incluso, un simple colchón. Da igual lo que sea, sólo es necesario que sea lo más cómodo posible.

Y la tele. Electrodoméstico totalmente necesario para pasar un día bobo. No vale poner pelis en el dvd, mirar videos en el ordenata o jugar con la consola. No. Eso sería pegarse un atracón de películas, o un empacho de youtube o una pechá a la play. Pero ahora estamos con lo del día bobo y no con esos otros momentos no menos indispensables en el desarrollo de la vida de cualquier ser humano..

Hay unas normas muy duras acerca de las actividades que pueden llegar a desarrollarse en el transcurso de un día bobo. Uno se puede levantar de la cama pero no por cualquier motivo y a lo loco. Te puedes levantar de la cama, es más, debes hacerlo, para ir al baño. La ducha sólo es válida como actividad placentera, de ninguna manera se realizará como hábito de higiene. En cualquier caso, la única ropa permitida en un día bobo es el pijama. También está permitido levantarse de la cama para ir a tirarse a cualquier otro lugar, el sofá, una tumbona, una hamaca… El tema comida ya lo dejé claro, hay que tenerla preparada para, como mucho, calentarla y ya está. No hace falta decir que lo de recoger cocina, fregar platos o acciones similares están totalmente prohibidas en el día bobo. Sólo hay un deporte permitido, aunque aún no está considerado deporte olímpico, pero al tiempo… El zapping. Es más, es algo bastante intrínseco al día bobo.

No es aconsejable pasar sólo el día bobo,  es mucho más divertido en pareja, vaya usted a parar. Sólo está permitido pasarlo sólo cuando se tienen ciertas condiciones psicológicas en bastante buen estado y es totalmente imposible pasarlo en pareja. Pero solo con la pareja. Lo de invitar a catorce colegas a zapinear en el salón es otra cosa, eso no es un día bobo.

Facilita mucho el tema el vivir en casa de tus padres y que ellos no se hayan dado cuenta todavía de lo que te estás pasando. Lo difícil es cuando se supone que tú eres uno de los seres responsables de la familia.

Tampoco es una cosa que se pueda hacer muy a menudo. No es tan fácil pasar un día haciendo nada. Tampoco creo yo que sea saludable hacerlo con demasiada frecuencia. Vale que hay edades o personas lo suficientemente preparadas, tanto física como psíquicamente, que pueden permitirse el lujo de hacerlo prácticamente día sí día también. En circunstancias normales si puedes hacer uno o dos días bobos al año, ya puedes darte con un canto en los dientes.

Aunque pueda parecer que un día bobo es una auténtica pérdida de tiempo, eso es una gran equivocación. Cuando haces un día bobo, como no puedes hacer nada, no haces más que pensar… yo haría esto, yo vería lo otro, me apetecería ir a tal sitio. Y esas son las cosas que haces, o ves, o lo que sea, en cualquier día normal. Es una forma de evitar esa horrible sensación de “m’aburro” (pero de eso ya escribí).

Pues nada más. Sirva de consuelo que yo hace años que no se lo que es tener un día bobo. Como mucho, me he podido permitir medio día bobo. Pero, vamos, que quien pueda permitírselo, pues que lo disfrute.