jueves, 30 de junio de 2011

Llegó su momento

Tras largos años de impaciente espera, eternas y tediosas veladas anhelándola y echándola de menos… por fin llegó a casa. Ya la tenemos, Es nuestra. (Perdón, repito) Ya la tiene. Ya es suya. ¡La PS3!

Me he resistido todo lo que he podido, he superado varios ataques de “me voy al Corte Inglés y me la compro”, pero era cuestión de tiempo. Teniendo superada la fase PS2, ya tocaba.

Las cosas como son, el aparato en sí, bonito si que es. Bastante guapo, Si, Pero ná más sacarla de la caja ya estoy empezando a sufrir sus efectos. Un par de horas pá enchufarla. Que digo yo una cosa, que después de haber superado semejante prueba no estaría nada mal que la Sony junto con el Ministerio de Educación y el organismo mandamás en nuevas tecnologías, ya podrían darme un título o algo así. Vale, que no importa que sea un doctorado cum laude o algo por el estilo, pero que menos que un reconocimiento ¿no? Que yo pensaba que esto sería conectar cables y clavijas, enchufar, seleccionar con el mando de la tele la play y ¡a jugar! Pues de eso nada. Lo de los cables y clavijas pues como siempre. Pim, pam y conectao.  Le das al botón de encendido. Por cierto, lo de botón es un término que me parece a mí que debería ir cambiándose. ¿Qué botón si todo es plano? Pero por otro lado, si el manual de instrucciones en vez de poner “pulsar el botón de encendido” (frase que, medianamente entiendo) hubieran escrito algo parecido a “roce ligeramente sobre (el dibujito de encendido) del panel superior, la neurona hubiera entendido “intenta con un dedo traspasar el (dibujito de encendido)” Son cosas que tenemos los de la generación analógica, nos cuesta un par de segundos entender que “digital” no significa “hacer toda la fuerza posible con un dedo”

Vaya, me redirecciono (que traducido quiere decir "volviendo a lo que iba". Superado el momento encendido, llega el momento “ajustes” ¡Dios Bendito! Repito, exijo una titulación. Que esto no es nada fácil. He sufrido y he sudado más que un parto. Literal, que no estoy exagerando en plan maruja desquiciá, que es cierto. Dos horas con el mando, p’alante, p’atrás. Que ahora paso de conectarla a la wifi, que ahora resulta que es totalmente necesario. Que ya le vale a los de Sony, la acabo de comprar y ya dice que la tengo que actualizar. ¿Y cómo es posible que me vendan la play con un juego y me dicen que si quiero jugar a esto que actualice la consola o que me dedique a las canicas? ¿Y cual era la contraseña de la wifi? Ná, a buscar en el baúl de los recuerdos el papelito donde apunté la maldita contraseña. Bien, esto va funcionando. Parece que la cosa va por buen camino. Si ya casi que parece que se puede empezar a jugar. Y ahora ¡configura el mando! En fin, que podría yo contar. He superado la experiencia. He conseguido hacer funcionar una PS3. En confianza, y ahora que no se enterará nadie confesaré. No he tenido valor suficiente para conectar el segundo mando (inalámbrico, con un USB y muchas lucecitas) No soy tan valiente.  Parece que esto va.

Me encomiendo a los dioses del sistema binario, les ruego no tener quevolver a pasar por semejante experiencia. Llega el momento. Ahora, y nunca mejor dicho, cedo el mando. Mi bendito lo acoge henchido de emoción. Manos temblorosas, ojos vidriosos, sonrisa emocionada, babillas en los labios… 

Tras unos primeros momentos de ciertas dudas, superado un sustillo con el mando. De esas cosas que, no sabes muy bien por qué pero detectas lo que falla y, milagrosamente, lo configuras en un pis pas. Pura casualidad. Jamás en tu vida volverás a detectar esa “desconfiguración” y, mucho menos, serás capaz de arreglarlo en dos clics.

Sí, sí, definitivamente, sí. Esto funciona. Comienza a escucharse la voz de Maldini en el ProEvolution’11… Y s’acabó. A partir de este momento me retiro sigilosamente. ¡Por fin llegó su momento!

Que yo jugar a la play dudo mucho que lo haga. Que una vez me pegó un jamacuco jugando en el pc a matar bichos raros y ya le he cogío yuyu a estas cosas. A mi me sacan del solitario y me aturullo. El tetris me crea adicción Creo que un juego con más acción que el Super Mario me daría taquicardía (vale, ya se, que el mario es de Nintendo, es un decir) Pero tampoco descarto nada. Que igual encuentro un juego que me guste y me tiro una temporada sin escribir una sola letra, todo se verá. De momento iré pasando un poco del tema juegos.

Por cierto, creo que queda claro por qué estoy escribiendo en este momento.

martes, 21 de junio de 2011

La cruz del campo

A ver, los de la Cruzcampo. Que sí, que vale. Que muy buena vuestra birra, vale. Que el anuncio de este año… vale. No es que os lo hayáis currao mucho, pero vale. No es por nada, pero es que el típico anuncio de mogollón de peña joven pasándoselo de miedo en algún paraje paradisíaco y vacaciones a tope, original, lo que se viene llamando original… pues no. Pelín trillao, pero vale. Así, ligerito, p’al verano. Vale.
Que la cancioncita, pues al mismo nivel del resto del anuncio. Ligerita, p’al verano. Que si todos necesitamos el sur para poder ver el norte… Vale. Alegre y tó lo que tú quieras, pero original, lo se viene llamando original… p’os eso. Que lo de las imágenes y la cancioncita, vale. Pero…
¿QUEREIS DEJAR DE DESTROZARME MI BIEN MERECIDA TRANSPORTACIÓN AL MUNDO ONÍRICO PONIENDO EL VOLUMEN DEL ANUNCIO DE LAS NARICES A 487.000 dB? (decibelios, pa’ los de ESO)
Que no se puede tolerar semejante falta de respeto por el descanso del personal. Y ya no sólo por el descanso. Que TODOS, cuando empiezan los anuncios solemos ser presas de auténticos ataques de hiperactividad. Son innumerables las actividades que podemos llegar a hacer, pero sería demasiado tedioso enumerarlas y, además, me aburriría solemnemente (A ti no, tú ya estás solemnemente aburrido leyendo esto).
Hay que reconocer que alguna cadena tiene el detalle de decirte el tiempo que va a durar la “pausa”… Se me ocurren cantidad de adjetivos para llamar al “intermedio”, pero sería demasiado tedioso enumerarlas y, además, me aburriría solemnemente (A ti no, tú ya estás solemnemente aburrido leyendo esto). Copia, pega… humor informático (perdón, no volveré a escribir cosas como esta)  (perdón, no volveré a escribir cosas como esta)  (perdón, no volveré a escribir cosas como esta)  (perdón, no volveré a escribir cosas como esta)  (perdón, no volveré a escribir cosas como esta)  (perdón, no volveré a escribir cosas como esta) 
He llegado a darme cuenta que hay una cadena que cuando te cortan lo que estás viendo te dicen: X minutos y volvemos. Tú, dependiendo del valor de “x” ya decides. Cuando no dicen nada de los minutos… calcula mínimo 20 minutejos. Ahí ya, cada uno decide…
Y el de la Mahon… ¡Qué bonito! Así, de sensibleros. Jugando con las emociones de la peña. Es ese en que los amigos, pá no herir la sensibilidad ni el orgullo del colega parao, en vez de invitarle le dan un poco de la suya… (juro que no entiendo la diferencia entre pagar entre todos una caña al colega o darle cada uno un poco de la tuya, pero deben ser cosas del marketing)
Yo no se si el anuncio dará ganas de beber cerveza, hace siglos que no bebo cerveza (date cuenta, si encima me gustase… esto de los anuncios de cerveza podría ser mortal) pero estoy convencida de que como me pille en un día de esos tontos, me tiro llorando lo menos tres días
¿Continuará?
Seguro. Lo dije, lo digo y lo diré, que es que la tele es mú mala, y yo ¡PUEDO ENCENDERLA CUANDO QUIERA!

jueves, 16 de junio de 2011

Ha llovido

Estaba cantao. Tenía que hacerlo. O me ponía a escribir como una posesa o la neurona empezaba a pegar botes por toa l’habitación. Todo tiene su explicación. Es que a mi bendito l’ha pegao un jamacuco, uno de esos males de altura, o ataque de vértigo, vaya, pá entendernos. Y, claro, aquí está el pobre tó tirao, y con lo desagradable que son los vértigos. El problema es que a la neurona l´ha dao una vená de parloteo del quince. Viéndole en semejante estado, he tenido la suficiente decencia como para preguntarle si tenía cuerpo para aguantar una de mis interminables sesiones de charloteo sin sentido. Instinto de supervivencia en estado puro es lo que ha demostrado mi bendito diciéndome que no tenía cuerpo… Que conste que no paro de preguntarme a mí misma si la lagrimilla del ojo era de pena por no poder deleitarse con un interminable monólogo repleto de sandeces o de puro desespero ante el temor a que yo no respetara su decisión y, claro, ahora tampoco es plan pá preguntárselo. Es posible que no pueda dormir ante la duda…
Por eso tenía que escribir. Quiero decir que, como mujer que soy, ya no es que esté acostumbrada a hacer varias cosas a la vez, es que, si no hago al menos dos cosas simultáneamente, parece que me falta algo. Esta noche vemos una de esas series de televisión que seguimos. No es que sea más buena que otras, pero como la vimos desde el principio… pues siguiendo la rutina. Está claro, una de las cosas que hago esta noche es… (Si esto tuviera efectos sonoros ahora se escucharía un redoble de tambor así como en plan de sorpresa, ttrtrtrtrtrrrrrrrr) ¡Ver la tele! Pero no es suficiente (chiste fácil, las mujeres siempre pidiendo más)
Ya he escrito sobre la extraordinaria capacidad de empatía que demostré hacia mi bendito así que la opción de ponerme a hablar hasta quedarme sin voz ya no la tengo entre una de mis opciones. Peor aún, él no está en condiciones más que de emitir algún que otro leve gruñido.
Vamos, que aparte de ver (es un decir) la tele, otra cosa que puedo hacer es escribir. Además, creo que está bastante claro que en estos momentos sólo hago dos cosas y no tres. Y es que, a mi me han contado que la gente cuando escribe está o copiando algo o escribiendo algo que piensa. Yo no estoy copiando nada pero la opción de pensar tampoco es algo que yo suela hacer normalmente…
Mira tú por donde, se está montando un peazo tormentón que, si estuviésemos en la Galia de Astérix y Obélix diría que el cielo está a punto de caerse sobre nuestras cabezas. Las luces de la calle se han apagado y la de casa ha hecho ya unos cuantos ademanes de irse a las antípodas. Pá ser sincera diré que tanta escandalera de truenos me está poniendo pelín nerviosa y que, a medida que voy contando y noto como se acerca esta especie de tormenta tropical o casi, casi, que huracán, lo de pelín nerviosa se va convirtiendo en bastante acojonadita (con perdón) y, lo más gracioso, es que como la niña se despierte totalmente aterrorizada por la tormenta (ya si se va la luz la pobre quedará presa del pánico) yo tendré que hacer el papel de la abuela valiente. De reojo le echo un vistazo a las velas, todo en orden. Mentalmente visualizo la linterna. Todo controlado, sé donde está. El portátil, al menos de momento, tiene batería. Compruebo que no entra agua. Apenas alguna gotita rebotada, por ahora y si esto no va a más. No quería cerrar la ventana pero… esto ya no son gotitas rebotadas. ¡Uy, que silencio con la ventana cerrada! Bueno, venga, voy a ser sincera ¡TENGO MUCHO MIEDO! ¿Por qué las tormentas dan más miedo de noche que de día?

Bueno… En fin… Esto… que ya pasó. Que ya me vale a mí con el alarmismo catastrófico. Que m´ha faltao entre poco y ná pá echarme a la calle como una auténtica posesa y gritando hasta desgañitarme ¡¡APOCALIPSIS, APOCALIPSIS!! No se ha ido la luz, tampoco se levantó la niña (ni siquiera pidiendo agua) Sí, cierto, vergonzoso. Luego voy de dura por la vida, inalterable yo y poniéndome el mundo por montera pá que luego caigan cuatro truenecitos de nada y me creo que están empezando a cumplirse todas las profecías apocalípticas que se hayan escrito durante toda la historia de la humanidad… Lo dicho, vergonzoso.
Por cierto, el ataque de vértigo, afortunadamente, pasó en un par de días. La neurona, afortunadamente, se calmó un par de días… Y fueron felices y comieron perdices. FIN

Por cierto, creo que debo aclarar que todo lo que acabo de escribir es totalmente cierto salvo dos cosillas. No comimos perdices, ni tampoco hay FIN, de momento.

jueves, 2 de junio de 2011

Comida familiar

No lo voy a jurar por Snoopy ni nada por el estilo pero de verdad, de verdad, de la 
buena, que lo que voy a contar es total y rigurosamente cierto.
Queda claro que la cocina y yo somos dos elementos no demasiado compatibles. Que en mi casa, pa´comer bien, o se mete mi bendito entre fogones o, como mucho, se mata el hambre. Que a mi me sacan de cuatro cosillas (sí, cuatro, literal) y ya m´he perdío. Que si no se trata de abrir latas, bolsas, paquetes, llámalo "x" pero que se abra y ya´tá... pues eso, que yo le llamo comida a eso que hago porque algún nombre había que darle. En fin, un desastre.
Pues el otro día me pegó otro arrebato de esos que me dan en los que me creo que, porque he visto programa y medio del Arguiñano pues que ya no hay secreto que se me resista en la cocina. Así que, en un alarde de marujeo total me decido a preparar un plato de esos de los de toda la vida. Fácil, rápido, económico... Si hasta me estaba sintiendo orgullosa de mi misma. Voy a preparar ¡ARROZ A LA CUBANA! (¿por qué se llamará así?)
Yo sabía, o sé, es que ya empiezo a dudar de todo, que es una medida de arroz y el doble de agua. Total, que si somos tres, pues tres vasitos, de los de nocilla de los de toda la vida, de arroz, y un poquito más por si alguien quiere repetir (ilusa yo). Así que pongo la cantidad de agua correspondiente, seis vasitos, de lo de nocilla de toda la vida, llenos de agua, y un poquito más, vaya a ser que se quede seco. 
En eso que mi bendito merodea por la cocina y comenta:
- ¿Eso no va a ser mucha agua? ¿Pero cuánto arroz vas a echar?
- No, que va. Todo controlado (ilusa yo)
 A ver, malo no estaba. Si esto es como en "tomates verdes fritos", el secreto está en la salsa. Salsa que, por cierto, se acabó. Tenía su puntito y todo. Pero el arroz...
Ni se planteó a la hora de cenar que el arroz fuese una opción, bueno, pero será porque se acabó la salsa... (ilusa yo)
Hoy tenía dos opciones. Seguir comiendo arroz durante catorce días (si, literal, 14) o hacer eso que nos han dicho nuestras madres durante toda la vida y ahora lo seguimos diciendo... "cómetelo todo que la comida no se tira"
Adivina que hice (pero sólo porque se acabó la salsa)
Y otra cosa tan cierta como todo lo anterior es que pasarán meses antes de que se me vuelva a ocurrir hacer arroz a la cubana (otro tipo de arroz ya es todo un misterio para mí) y cuando quiera volver a hacerlo haré como con la tortilla de espárragos... (llamar a mi "Arguiñano" particular)
¡Quién me mandaría a mi salirme de las fabulosas bolsitas de arroz blanco congelado!

miércoles, 1 de junio de 2011

Lo siento, esto puede ser nocivo.

¡Vaya por Dios! ¡Cuánto tiempo! Y es que, tras un breve lapsus temporal (parecido, más o menos, a lo que duró la última glaciación) en el que la neurona se fue por uvas, dejándome en un absoluto estado de letargo… ¡HA VUELTO!
Y aquí estoy yo, sentadita delante de mi portátil, intentando recordar por qué ha pasado toda una era glacial sin que yo haya escrito nada, pero no me acuerdo.
Por un momento se me ha pasado por la cabeza la fantástica idea  de que no habré escrito nada en el blog porque no tenía nada que contar… evidentemente la neurona s’ha revelao ¿es que alguna vez he tenido algo que contar? Por tanto, idea desechada.
Luego pensé que quizás haya sido porque he tenido mucho curro y muchas cosas que hacer… pero no, no cuela. Así que, tras un largo, duro y disputado debate conmigo misma y al no encontrar ninguna excusa medianamente decente, llegué a la conclusión de que la culpa fue única y exclusivamente de la neurona por dejarme totalmente abandonada y sin ninguna capacidad de… nada.
Claro que yo podría haber escrito ahora algo parecido a esto: “Llevo mucho tiempo sin escribir, sin conectarme al facebook y sin ni siquiera leer mis correos porque soy una mujer ‘moderna’ (por favor, moderen la carcajadas) tan ocupada con el día a día que apenas si he tenido ni un pequeño momentito para evadirme porque bla, bla, bla… “
Vaya, que no me gusta mentir
Pues eso, que yo quería escribir, pero al no tener a la neurona disponible no era posible expresar ningún pensamiento, más que nada porque no lo había.
Recuerdo que hace unos días (o alguna semana, da lo mismo) encendí el ordenador, me quedé mirando el escritorio un rato. Recuerdo pensar que no es propio de mí el escritorio que tengo. Es que es soso. Vamos, que no tiene ná. Ahí está el pobre soso, con ese fondo azul que viene de serie con el Windows este que lleva instalado, el Windows 7 starter (sigo pensando que me suena a pieza de coche). Que ya me gustaría a mí ser capaz de poder decir si es mejor o peor que el vista, o que si la interface está mejorada con respecto al xp... pero ni idea.  Si ya ves, que pa’ lo que uso yo el ordenata casi mejor no meterse en muchos fregaos informáticos. Además, pa’ qué. Que para cuando a la neurona le pegan ventoleras informáticas del tipo “ala, venga, que  me voy a montar una red doméstica” o “voy a convertir videos para el i-phone” y, al cabo de cuatro días de pelearme con el ordenata… llego a un lógico acuerdo con la neurona y hago lo más sensato que se puede llegar a hacer cuando uno se mete en semejantes lides, acudo rauda y veloz al colega del infortruco y ya’tá, problema solucionao (gracias chaval, mi nivel informático se hubiera quedado a nivel Spectrum sin tu ayuda y consejos). Pues eso, que ya desvarío, que después de estar mirando el escritorio del ordenata, lo apagué y me quedé embobada viendo nada en la tele.
En semejante estado mental, era evidente que lo de escribir era una auténtica utopía.
Ah, eso, que una de las cosas que he estado haciendo en esta era en la que no he hecho nada, ha sido ver la tele. Anoche estuve viendo una de los hermano Marx. Curioso lo que me pasa con la películas de los hermanos. Lo que llego a ver me gusta. Es más, me parto de risa. Me encantan. De pronto te sueltan unas frases que perece mentira que tengan los años que tienen y sean tan de actualidad. Son totalmente absurdas. Me hacen reír y es mucho más de lo que pueden ofrecer auténticos peliculones con las más modernas tecnologías y todo un equipo de guionistas detrás. Pero da igual. Es irremediable. Ya puedo estar lloriqueando de risa que, no podría explicar como, pero hay un momento en la película en el que es totalmente inevitable el quedarme dormida. No importa la película que sea. Yo creo que he empezado a ver todas las pelis de los Marx, pero enteras, lo que se dice ver una peli desde que empieza hasta el “the end”, en mi vida. Y con todas ocurre lo mismo. Yo la estoy viendo, me río, es más, me parto de risa, y, de pronto, me despierto sobresaltada por una especie de chirrido que intenta ser algo parecido a una sintonía de final de peli, la pantalla de la tele repleta de unas enormes letras con grafía inglesa que pone THE END y esa sensación de haberme perdido por enésima vez una peli de los hermanos Marx.
Pero yo hace  tiempo que se por qué pasa esto. Son LAS ONDAS SOPORÍFERAS
(Aviso: a partir de aquí no me hago responsable del posible deterioro mental que pueda causar el seguir con la actividad que estás desarrollando –leer, pa’entendernos- Así que, avisados estáis los incautos, descerebrados y masocas mentales varios.) Sigo con lo que estaba.
…Y me alegro que el mundo virtual me brinde la oportunidad de dejarlo por escrito para cuando la ciencia demuestre la veracidad de mi teoría a ver si me adjudico el copyright y me jubilo en una casita en la playa…
M’explico. Es pura lógica.
Hay películas que emiten ONDAS SOPORÍFERAS. No todas las ondas soporíferas son iguales. Tienen intensidades diferentes.
Hay pelis que las emiten desde el principio y con una intensidad tremenda. Son esas pelis que tu te quedas esperando hasta que empiezan porque tienes ganas de verlas. Da igual el motivo. Puede ser una de esas que ves el trailer en la tele cuando la van a estrenar en el cine y te dices a ti mismo, yo espero a que la den por la tele. Llevas tres semanas viendo el anuncio, por fin, de “estreno en televisión”. Te preparas como sueles prepararte para eventos de semejante magnitud. Te comes los quince minutos de anuncios previos. Por fin comienzan las letritas esas del principio y… No te lo puedes explicar. Es sábado, te has levantado a las mil quinientas. Después de comer te has metido entre pecho y espalda una señora siesta de pijama y orinal de cuatro horas y, de pronto, se ha acabado esa película que llevabas tres años esperando ver. Intentas disimular. Dices cosas parecidas a “vaya peliculón”. Incluso te arriesgas con frases tipo “es que este actor es muy bueno”. Pretendes tirarte el moco diciendo chorradas como “muy buena la fotografía”. Ahí ya t´han pillao. No puedes pretender soltar semejantes tonterías después de que tus seres queridos hayan aguantado hora y media de ronquidos o toda leche, mientras te secas las babillas que te caen por la barbilla y sigues con un ojo cerrado porque no t`ha dao tiempo ni de quitarte las legañas. Libérate, no te sientas mal. Le peli es buena, pero emite ondas soporíferas a lo bestia.
Hay otro tipo de pelis que emiten un nivel de ondas soporíferas más bajo pero más constante. Son esas pelis como las de los hermanos Marx. Son pelis que te gustan. Las estás viendo y estás disfrutando pero, irremediablemente, llega un momento en el que caes. Pero es debido a las OO.SS. Llega un momento que tu cuerpo ha recibido tal sobredosis de OO.SS que es totalmente imposible mantener el estado de vigilia. Lo más prudente es reconocerlo y ser consciente de que jamás verás el final de este tipo de películas. Cuanto antes lo admitas mejor. Reconocerlo es el primer paso.
En mis interminables jornadas dedicadas al estudio de este tipo de ondas y su efecto en el ser humano, he podido detectar otro  sistema de emisión de estas ondas. Son esas películas que puedes contar de principio a fin pero tú sabes que enteras, lo que se dice enteras, jamás en tu vida. Lo que pasa es que sumando los trozos vistos en las 3842 veces que lo has intentado pues sí que los vas uniendo y al final te crees que la has visto entera. Yo a esto le llamo “emisión aleatoria de ondas soporíferas”. Creo que esta técnica es algo más sofisticada, que no moderna, porque no se limita a emitir las ondas desde el principio y a toda galleta, como en el primer caso, o poco a poco pero inexorablemente, como en el caso dos. No, esta técnica va emitiendo de forma aleatoria y a una intensidad moderada. Eso te permite hacerte una idea de cómo es la peli en su totalidad, a cachos sí, pero con todos sus cachos, aunque te haya costado 3842 intentos.
Debería inventarse un aparatito, “el soporímetro”, para medir tanto el tipo como la intensidad de las OO.SS. Además, de la misma forma que cuando empieza una peli te ponen los iconos esos de la orejita, VOS y chorradas por el estilo, (¿dónde habrán quedado aquellos enormes rombos que nos mandaban a la cama de forma implacable?) podrían poner unas “Zzz” que indicarían el tipo de ondas. Zzz1, Zzz2 y Zzz3. En verde, intensidad moderada, amarillas en intensidad media y rojo en intensidad bestial. El Zzz1 en rojo sería un símbolo muy buscado a la hora de la siesta.
Hay algunos elementos que pueden aumentar o disminuir el efecto de las OO.SS en uno mismo. Un ejemplo son las gafas. En este punto lo siento por esas personas que van por la vida sin verla tras un cristal. Es quitarse las gafas y el efecto aumenta un mínimo de un 50%.
La luz es otro elemento bastante influyente sobre el efecto de las ondas. Al apagarla también aumenta su efecto en un porcentaje bastante alto.
La temperatura es un elemento que puede actuar tanto de activador como de inhibidor de las ondas. Si tienes un calor de esos en los que estás convencido que olor a barbacoa lo está desprendiendo tu propio cuerpo, es prácticamente imposible que puedan afectarte lo más mínimo las  ondas soporíferas más potentes, las Zzz1 en rojo. En cambio, si tienes frío y te acurrucas con una mantita, estufa, o cualquier cosa o ser capaz de aumentar tu temperatura corporal, el efecto soporífero puede aumentarse a niveles insospechados, superando incluso a las gafas y la luz. Vamos, que con unas simples Zzz3 verdes podrías pegarte una sobada de 8 horas (ronquidos y babitas incluidos)
La comodidad no es un elemento evaluable básicamente por dos razones. Las personas solemos actuar básicamente de dos maneras. Los hay a los que les gusta ver la tele y, lógicamente, para hacer algo que les gusta se lo montan de la forma más cómoda posible. Y los hay a los que nos gusta ponernos cómodos y, ya que estoy cómoda, pongo la tele porque me gusta que haya algo que hace ruido e imágenes. Incluso a veces me divierte.
Por cierto, todo lo dicho sobre las ondas soporíferas en las películas es totalmente aplicable a cualquier tipo de emisión televisiva.
También suelen darse bastantes casos de sobredosis de OOSS en cines aunque parece que las nuevas tecnologías están evitándolas en cierta medida.
Ya está. Que conste que avisé…
Bueno, después de esto no me extrañaría que la neurona volviera a castigarme con su indiferencia y esta vez, en vez de irse a por uvas, se vaya definitivamente a beberse el vino.