martes, 19 de julio de 2011

Conspiracy Theory Volumen 38

Menudo viaje que se pegó el otro día la neurona. Que no me extraña a mi que acabe la peña toa loca saliendo a la calle gritando “ARREPENTIOS” o sandeces por el estilo.
Y es que, un día, no recuerdo si fue hace un par de meses o más, yo vi algo sobre la profecía esa del 2012. Tampoco recuerdo si era un documental, o algo en una revista o un correo. No se, seguramente un pez se acordaría mejor que yo (he dicho pez, no interpretar “merluza”, gracias).
Está claro que eso que vi o leí (o vaya usted a saber qué) no hizo mucha mella en mí. Pero a la neurona le picó la curiosidad (y ya se sabe lo que le pasó al gato) Internet hizo el resto.
¡Dios bendito de las galaxias y resto de los universos desconocidos! Te metes en Internet y buscas cosas sobre la profecía del 2012 y, con perdón, ¡es la leche! En serio, creo que llegué hasta pensar en pedirme un año de excedencia y a vivir el añito que nos queda como un joven rockero.
Que si nos va a chocar un meteorito, que si nos van a invadir los extraterrestres, que si todos los males posibles que, curiosamente y por primera vez en la historia, ya han empezado…
Hay un momento en que tanto cataclismo casi que te llega a invadir. Te lo escriben todo tan bien escrito (evidente, no como otras…), con datos tan aplastantes… Vamos, que lo que yo tuve no fueron anginas, eran los ovarios empujando las amígdalas.
Me costó lo suyo calmar a la neurona. Casi empiezo a llamar a todos mis seres queridos para ir despidiéndome. Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. Contra todo pronóstico y teniéndolas todas en mi contra… PENSÉ.
A ver, voy por partes que me acelero y me pierdo. Por un lado, si la humanidad tiene tropecientos millones de años, lleva tropecientos millones de años, más uno, diciendo que se ve a acabar el mundo, y algún día acertarán, digo yo, pero justamente ahora… No, no vale.
Luego te dicen, en cualquier profecía apocalíptica que se precie, que uno de los síntomas de que ha comenzado el fin del mundo son las desgracias de las guerras, las enfermedades, la hambruna. Y claro, tú piensas en cómo tenemos el mundo ahora y ya ves. Tenemos tantas guerras que ya ni siquiera son noticias. Enfermedades, las tenemos hasta en conserva en los bancos esos de virus que hay por ahí, y si no, nos las inventamos.  Date cuenta le que se ha montado con la gripe A, pues hasta que lleguemos a la Z ya tenemos pa distraernos. En un breve momento de sensatez me viene a la cabeza lo de las guerras púnicas. No, a ver, que no es que me las intente dar de lista y pretenda hacer creer a nadie que para mí la historia antigua no tiene ningún secreto, no. Lo que pasa que es verdad que me vino a la cabeza lo de las guerras púnicas. No tengo ni idea de cuando fueron, por qué o quienes. Me suena algo de los fenicios, pero como a quien le suenan las tripas. Lo que sí que recuerdo es que yo en el colegio, en clase de historia, estudié no se qué de las guerras púnicas. Así que, más de lo mismo. Que si siempre ha habido guerras y enfermedades y catástrofes, pues que tenga que ser ahora el fin del mundo, ya es mala pata.
Luego está lo del meteorito. Te dicen que siempre nos están chocando meteoritos, que incluso alguno que otro nos ha llegado a hacer pupita. Pero ¿cómo pretenden que hoy en día me crea que nos va a pegar un viaje un meteorito que nos va a mandar a todos a hacer encajes de bolillos, o más allá? Vamos, que digo yo que si se tiene que chocar contra nosotros en cosa de un añito, alguien lo habría visto ya acercarse ¿no? Ya no digo yo la NASA, la ESA o los chinos. Que hoy en día, a la gente que le gusta eso de mirar p’allá (no, los bizcos no, los aficionados a eso del espacio) tienen unos telescopios que le ven las espinillas a los marcianos adolescentes, como pa no ver un meteorito del tamaño de Arkansas (es un decir, es que me gusta como suena ese nombre)
Al final te sueltan (a lo mejor lo hacen pa tranquilizar a la peña y todo) que después de que un meteorito se haya cargado a prácticamente toda la población mundial, que si tú hubieras creído podrías haberte salvado, peazo de ser disfuncional, y cuando ya la vida en el planeta no sea posible de ninguna de las maneras conocidas, llegarán ellos. Los seres del más allá. Unos los llaman angelitos y crean iglesias (¡ahí va lo que he dicho!) Otros los llaman extraterrestres y hacen innumerables e interminables series de televisión.
Total, que con lo liada que va una en el día a día, como pa’ndarme con tonterías del fin del mundo y extraterrestres. Como si no tuviera nada mejor que hacer. ¿Esto? Bueno, mejor que andar por ahí agobiándose ¿no?



  


Cosas del ascensor

A mi el verano no me gusta. Eah, ya lo he dicho. Así de tajante. Pa’mi, lo único bueno que tienen julio y agosto es que el día es largo. Ya está, se acabó lo bueno que pueda tener para mí el verano. No soporto la sensación de calor. Eso de sudar por nada no va conmigo. Una cosa es pegarte una sudada del quince por algún motivo lógico como hacer ¿deporte?, ir a una sauna, jugar, incluso marujear (que se suda lo suyo) pero sudar por sudar… Que yo vivo en una isla, que aquí en cuanto sube un pelín la temperatura parece como si la humedad del ambiente entrara en ebullición. Yo pensaba que veía borroso pero yo pa’ mí que esto va a ser como cuando ves la imagen de un avión aterrizando y se ve todo distorsionado por el calor… igualito. Cuando los galos temían que el cielo se cayese sobre sus cabezas en las tormentas era porque no habían pasado un verano aquí. El cielo, literalmente, cae sobre tu cabeza, tus hombros, tus brazos y todo. Da igual que te metas bajo una sombrita, la losa húmeda llega igual Como cuando ves una película de esas ambientada en agosto en el sur del Misisipi y los protas aparecen continuamente empapaos y que están tan bien hechas que casi te cuesta respirar. Tal cual, sin exagerar (que eso no suelo hacerlo jamás de los jamases). . La gente va a la playa, a la piscina, pero yo tengo miedo. Bueno, no se si es miedo o cierto complejo de gamba. El complejo es lógico, lo mire por donde lo mire. Por un lado gamba por el color que pillo. Da igual protección 50, antimedusas o antipirañas, el color que pillo es color gamba. Y puestos ya con el colorcillo gamba, lo de meterme en el agua me da bastante yuyo. A ver, que estoy en Mallorca, aquí el agua está a temperatura caldo. Así que, gamba y caldo… lo mismo hasta me tiran arroz y me gritan “vivan los novios” Pues eso, no se si habré conseguido explicarme… “¿me se entiende?”
Y ahí que andaba yo planeando mi inmediata mudanza a la nevera (si quito esta repisa, el pescado le pido a la vecina que me lo guarde, voy poniendo aquí la almohada… lástima, la coca cola y yo no cabemos, tendremos que beber jarabe de cola caliente) cuando de pronto la tarde en su final nos hizo el regalo del día… (vale, que a mi también me ha parecido una cursilada inconmensurable, si me he asustado y todo) Eso, que estaba meditando sobre mi mudanza al refrigerador (por no repetir palabras) cuando se me ocurrió asomarme a la ventana (que es una forma como otra cualquiera de no hacer nada en la cocina) De pronto se veía como se acercaba una nube negra, pero negra, negra, negra. Además, parecía que tenía como un encaje blanco y eso hacía que se apreciara más la velocidad a la que iba la nube. En un ataque de marujeo total de esos que me suelen dar más bien pocos conseguí abstraerme de la visión de la nube de aspecto de tormenta apocalíptica para pensar “¡huy, voy a recoger la ropa por si llueve!”   Después seguí absorta contemplando como se acercaba lo que podría ser, si no la tormenta del año, al menos la tormenta del verano. Perdón, debo hacer un breve receso pues debo regurgitar algo dulzón que he debido comer. Que le está dando tal ataque de cursilería a la neurona que estoy empezando a verlo todo de color rosita. “Mejor lo dejo” pá luego.
Bueno, a lo que iba. Que la otra tarde, de pronto, se veía como se acercaba una nube tremenda. Pensé que por fin el ambiente refrescaría pero a lo bestia, de hecho empecé a pensar dónde había guardado el edredón… Bah, total pa’na. Que lo que pensaba que podría ser algo parecido a la nube del diluvio… ¡vergüenza me daría a mí si fuese nube!
Que ni un mísero relámpago, ni un truenecito, aunque fuese uno de esos que no sabes si hay tormenta o si el vecino está moviendo los muebles, ni siquiera una simple gotita.
Y eso es todo, es que era sólo una nube. La vi llegar, levantó un poco de viento (muy poco, tampoco era para pensar en el nombre que le tocaba al huracán) pasó y ya está. Vale, cierto que ese poquito de viento ya es suficiente para andar moviendo la humedad y que se pueda respirar porque los grados que hay son los mismos.
Y digo yo, si hay animales que hibernan…   ¿no podría yo “hiveranear”? Que si mi neurona es capaz de asimilar que hay animalitos que, para salvaguardarse de los rigores del frío invierno, pasan los meses más fríos escondiditos en sus cuevas, durmiendo mucho, comiendo, viviendo en el microclima de sus madrigueras… Entonces ¿Por qué el mundo en general, y la sociedad en particular, no me dejan a mí hacer lo mismo en verano? Es más, ni siquiera todo el verano. Yo me conformaría con pasar julio y agosto “hiveraneando” en mi cuevita, con mi microclima (artificial pero clima), durmiendo mucho… Luego ya, en septiembre, yo volvería al mundo real y, como no cogí vacaciones en verano… pues eso, de vacaciones to’l mes pa’ recuperarme de dos meses enclaustrada y a coger vitaminas del sol.

Por cierto, si alguien se molestó en leer el título y ‘entoavía’ le anda dando vueltas a la neurona, es evidente. ¿De que hablamos en el ascensor? También pensé titularlo “cosas de Brasero” pero era demasiado evidente que esto iba a ser una brasa y lo de “ascensor” tiene más morbo.