sábado, 7 de mayo de 2011

Una de anuncios

A ver si va a ser verdad eso de que la tele es mu mala, mu mala. Y estaba yo en esas de echarme una siesta propia de sábado y, claro, pongo la tele con la intención de no ver nada. Pero vi un anuncio de ¡Pavo frío! (mú fuerte) que me dejó toa loca. Una está más que preparada para ver anuncios de jamón de pavo sin sal, sin grasa, sin sabor y sin ná, y todos son, más o menos, lo mismo. Gente que se preocupa por su salud, su aspecto, tías y tíos macizorros… y cosas similares. Algunos con más o menos gracia, más o menos originales, pero casi todos con el mismo mensaje. Y de pronto (como todos los anuncios, que aparecen de pronto y cuando menos te lo esperas, en ese momento crucial de lo que estés viendo) aparece toda una mini historia.
Sale una chavala normalucha (nada de modelo súper famosa o tía ya de por sí macizorra y tratada con photoshop). No, esta era una chavala normal y corriente. Estaba trabajando en una cadena de montaje de unas muñecas tipo barbie, vestidas de rosa princesa de castillo encantado. Se encargaba de probar que decían bien un  mensaje tipo soy muy guapa (o algo parecido, no recuerdo bien) De pronto a la chavala le cruje la neurona y roba una muñeca. Se la lleva pa’ su casa. Mejor dicho, la choriza de la fábrica de muñecas se lleva una por el morro. Le corta el pelo a la muñeca y se lo tiñe. Curiosamente le hace un peinado con un color parecido al de ella. Coge una camisa, o algo así, ¡Ojo! ¡Del tendedero de un vecino! Buen mensaje el que vamos recibiendo, sí. Total, que con la muñeca que ha robao del curro y la ropa que ha trincao del tendedero, se pone a hacer un vestido normalucho a la muñeca, nada de traje principesco. Le cambia el mensaje a la muñeca, ese que dice que es muy guapa o algo así, y graba las risas de unas amigas. Cuando ya ha tuneao a la copia de barbie, la vuelve a poner en la cadena de montaje. La siguiente imagen es una pila tremenda de cajas de semibarbies princesas en una especie del carrefur.
Se va a una niña buscando una muñeca y el papá que le dice que venga, que todas son iguales. En ese momento pienso en el currito que se encargaría de la supervisión del producto final y en todos los curritos por los que pasa una caja de muñecas hasta llegar al currito que ha montao semejante montaña de cajas de cuasibarbies. No sé, ¿es que ninguno ha sido capaz de darse cuenta de que algo no era lo que tocaba? No sé, ¿a nadie se le ocurrió preguntarse porqué ese producto era diferente? A ver, el que ha montao la montaña’cajas… si es diferente… ponla en otro lao. Que si hago una montaña de latas de lentejas con chorizo y me encuentro una de lentejas riojana… al menos creo que me lo planteo y acabo poniéndola en otro lao ¿no?
Tá claro. Sale la niña y dice que no, que no todas son iguales y coge una caja con la prota del anuncio, la seudobarbie tuneada.
Y de pronto, está claro que sin venir a cuento, te suelta que hay que enseñar a comer “pavo frío”.
Lo dicho. Perpleja. Iba a decir que me quedé sin palabras pero, es evidente que no.
Que es pá decirle al genio que se lo inventó…
-          ¡Bah, tío. Que es un jamón de pavo… T’has sobrao!
No sé. Ya se que a los niños ese tipo de jamón les puede parecer de sabor similar al de una fina loncha de suela de zapato frío pero no se, que salga la madre diciéndole que se lo coma porque es sano, porque lo dice ella o le mete dos collejas o cualquier cosa de esas, y que ya cuando sea mayor se lo agradecerá…
Que a todos nos ha pasado que, comidas que de pequeños eran un suplicio, de mayores hasta nos han llegado a gustar. A mí eso mi ha pasado con casi todo. Ahora me acuerdo de, por ejemplo, la lechuga. Si es que pá mí eso era como pegarle un bocao a un cacho’césped. Sabía a verde, y punto. Pero, bueno, era soportable. Soportable quiere decir que, teniendo en cuenta que mi sitio en la mesa era entre papá y mamá, todavía era mejor imaginarme que estaba tirada en la selva dándole bocaos a todo lo que se pusiera en mi camino hasta llegar a la civilización (sí, mi neurona ya empezaba a hacer de las suyas) que andar recibiendo collejas y caricias varias de papá y mamá, además del consabido “hasta que no te lo acabes no comerás otra cosa…”
Y en sentido inverso, también. Cosas que de pequeña me gustaban, de mayor… ni fú ni fá. Por ejemplo… las pastas de té. Recuerdo que de pequeña eran unas galletas que veía una y me la tenía que comer, sí o sí. Me daba igual que tuvieran cosa encima o no, todas, excepto si la cosa de encima era de naranja (con eso nunca he podido) Pues de mayor, como que no. Ya tengo que estar con un hambre de caballo, pero de esas de pillar un mareo que te caes porque ya no te acuerdas cuando fue la última vez que comiste algo sólido… y aún así. P’os eso, que si veo un desayuno a base de pastas de té, seguramente pensaré que “mejor lo dejo”.
Vale, tal vez tengan algo de razón aquellos que dicen que la tele es mú mala (pero poco)
Bueno, hasta otra. Me voy a ver que se me ocurre hacer para distraer a la vez que educar a la niña… Vamos, que voy a ver como consigo convencer a la niña de que me ayude en el marujeo y que se crea que estamos jugando (Y luego nos pensamos que ser físico nuclear debe ser difícil de narices… ¡Já!

miércoles, 4 de mayo de 2011

Quien tiene un amigo...

Comprobado. Ni Internet, ni facebook, twitter, ni ná de ná. Que donde esté un amigo de carne y hueso…
Y esto viene a que… iba yo el otro día por el súper (tralarí, tralará) y, mira tú por donde, me dio por comprar espárragos de esos que no vienen en lata (lo cual, para mí, casi que es una auténtica novedad, algo que no viene en lata) Tenía yo pensado hacer una tortilla de espárragos verdes pá mi bendito, que, el pobrecito, desde que la médico le dijo que tenía el colesterol alto pues que el pobre hombre debe estar hasta las mismísimas narices, y más allá, de cenar los especial k. Y yo quería ser buena y hacer una cena que fuese sabrosa, sana, baja en colesterol y tropecientas historias más.

Juro que en ese momento mi neurona podía ver con perfecta claridad a mi bendito con la lagrimilla cayéndole por la mejilla de pura emoción (como ese anuncio de jamón), sobre todo por la novedad.

Total, que decido ponerme manos a la obra y, como no tenía ni la más mínima idea de cómo se hace una tortilla de espárragos verdes, decido, evidentemente, buscar en internés (que una es mu modernas)
Venga a buscar, venga a leer recetas pero intentad buscar una receta de tortilla de espárragos verdes… Que es muy difícil. Que yo sólo quería hacer una tortilla con los espárragos que había comprado, no con pimientos, ni alcachofas, ni cebollas, ni patatas, ni cosas que ni siquiera sabía que existían.
Me di cuenta que si seguía buscando con el ordenata iba a llegar la hora del desayuno y yo seguiría buscando cómo cocinar unos simples espárragos verdes. Recordé aquello de que quien tiene un amigo tiene un tesoro, y ¡vaya si es cierto! Cabezazos que me andaba dando yo por la cantidad de tiempo perdido buscando cómo carajo (con perdón) cocinar unos simples espárragos verdes, no de lata, teniendo una amiga como la que tengo, que ya quisiera el mismísimo Arzak conseguir trabajo como pinche en su cocina (que no es peloteo, que cocina la tía como dios, si éste se pusiera a cocinar).
Vale, puede que parezca muy simple pero no, que todo tiene su aquél. Ella me explicó cómo limpiar, cortar, “pochar” (¡qué bonita palabra!) unos espárragos que no van en lata (todo un reto personal para mí).
¡Peazo tortilla! Vale, tampoco voy a colgarme medallas. Si la comparamos con cualquier otra tortilla de espárragos verdes pues seguro que la mía es la que menos destaca, pero la hice yo sola (y con algo más que un par de huevos… con mucho cariño)
Además:
- coste en huevos = 0,30
- espárragos verdes = 3,00
- la emoción de mi bendito al llegar a casa y encontrarse con algo cocinado para cenar… no tiene precio…
Gracias amiga.

lunes, 2 de mayo de 2011

M'aburro

Ando pelín tiradilla, gris, aburrida, como el día que hace hoy… Que parece que va a llover, que caen cuatro gotas de ná, de esas que, total ¿pá qué? Que si sale el sol y cantan los pajarillos. Que si de pronto se levanta ventaco y hace un biruji de tres pares de narices (¡ay, qué gustito de frío!) como que, de pronto, se para la brisa y ya voy yo mosqueándome porque ya no tengo frío…

Pero me aburro.

Pienso en tantas cosas que podría estar haciendo… Miles de cosas. Cosas útiles o inútiles, necesarias o “pá ir adelantando”. Hacer cosas que me gustan... Pero es que, estoy tan aburrida que no tengo ganas de hacer nada.

Así que, aquí estoy yo. Aquí, tiraílla lamiéndome las heridas… (huy, que raro suena eso de lamerse las heridas) Y m’aburro. Primero me senté a no hacer nada, pero era tan aburrido que pensé (SÍ, YO PENSÉ, y lo hice solita y todo… ¡qué mayor!) eso, que pensé que sería mejor hacer algo, pá no aburrirme más que nada. Pero es que no tengo ganas de ná. Ya sabes, es que estoy tan aburrida que no tengo ganas de ná.

En un tremendo alarde de valentía casi inimaginable en mí, que soy del género cobarde, nivel maldita comadreja, me encomiendo a todos los santos (o a los másters del universo, da lo mismo) y p’allá que me voy al marujeo.

Pero estaba tan aburrida que hice el mínimo indispensable. Y, claro, el mínimo indispensable, es muy poco y ya no tengo ganas de hacer nada más, porque estoy tan aburrida que…

Enciendo el ordenata, me conecto al feisbuk. Mira, que me alegro de ver quien está conectado, me gustan los temas que hay… Pero estoy tan aburrida que no tengo ganas de nada… Así que, “mejor lo dejo” Y me desconecto.

Se me pasa por la cabeza coger el teléfono y darle caña a alguien. Pero es que, estoy tan aburrida que no tengo ni ganas de hablar así que, “mejor lo dejo” (lo de llamar por teléfono)   

De pronto, mi neurona (que, por cierto, está tan aburrida que no tiene ganas de nada) se empieza a revolver. Es que ya van dos veces seguidas que piensa (porque esa es su labor, por cierto) que “mejor lo dejo”.

Evidente, dos y dos son cuatro y yo, al pensar lo de “mejor lo dejo” (pá no aburrirme…) pues me he acordao del blog. Y ¡hala! P’allá que voy yo, toa descontrolá, y me pongo a escribir. Pero, como estoy tan aburrida que no tengo ganas de ná, mejor lo dejo.

(Sí, esta es una de las razones por las que llamé así al blog)

(Se siente, no haber leído hasta aquí)

¡Gracias! Si has llegado hasta aquí. Me gusta que me leas.